Martin Villanueva Watanabe

"Don Luchito Barrios"



Lucho Barios fue uno de los últimos compositores peruanos en fallecer dejando un legado musical rico e inspirador. Las causas de su deceso las desconozco, pero hoy, al borde un autobús, revivió.
Lo hizo entre acordes, no celestiales, y un poco percudido. No me pareció ser un cantante criollo sino un ser expulsado del cielo, por eso le preste atención.

Prometió un bolero, los románticos, los que se bailan pendularmente y abrazados, "Sin ti"; sin pensarlo, amansó al público aterrorizado por su presencia, al coger el violín. Pensé que, tan desencajado personaje, sería un antagónico espejismo en relación a los dotes musicales que le pudo dar Dios. Seguí leyendo, recostando mi cabeza sobre la baranda del autobús, pensando acariciar mi lectura entre los acordes de mi aromático amigo. Lo que vino fue aterrador. Lo que salió del violín fue la agonía de un elefante moribundo; las lisuras de un lucifer bendecido, los llantos de un instrumento vil y violentamente ultrajado.

Lo miré atónito, todos lo hicimos. Entre pena y risas lo escuché atento. Su voz no tuvo el candor y la potencia esperado, sino la vitalidad de una vejez mal llevada, forzada por la necesidad del hambre y el frío. Quién sabe.

No encontré rastro de vida, una luz siquiera entre esos ojos gordos y arrugados como dos pasitas, parecen haber perdido el rumbo que siguen los vivos. No escuché un latido digno en esa gutural y oscura voz, ni un paso seguro en ese andar paquidérmico, casi infantil.

Volteé la mirada y lo despedí con la indiferencia con la que se ignora un fantasma. Estoy seguro que lo volveré a ver, suele subir en la ruta donde viajo, pero no sé si tendré algo más que agregar a su astillada existencia: o si podré volver a mirar esa figura cansada, sazonada con miles de olores, pidiendo "una limosnita" esperando un milagro.