Mario Ferrari

CINCO ESCALONES

Un paso más, se dijo. Un paso más. No es fácil: el cuerpo duele, maltrecho. Uno más, insistió. Apenas faltan cinco escalones. Arriba alcanzaría la verdad última. Pero antes, debe llegar ahí. Ama ese lugar. La sabiduría cuesta, piensa. Cuesta una vida. Mide sus fuerzas. Sí, sus piernas aguantarán el peso. Tercer escalón, cuarto. Titubea, casi cae. Apoya el brazo derecho en el pasamanos. Los dedos se aferran, firmes. Sonríe. El último intento. Un impulso, el peldaño final. Lo ha logrado.

Cuando los hijos llegan, el anciano está reclinado en su sillón preferido. Los ojos, sin vida. El rostro, triunfal.


Historias para creer, 2006
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FIN DEL PRINCIPIO

Algo salado. Saboreo algo salado. ¿Así será la muerte? Por cierto que sí, qué pregunta. Me siento bien, confortable, como flotando, la vida que seguramente se está escurriendo de mi cuerpo todavía me da un último momento de placer. Salado. No sé si el gusto viene de adentro, o de mi piel. Recuerdo el último cigarrillo. Qué tontería, ya no hay tiempo para nada. Me voy, mi cuerpo se va yendo al final, desde donde no volverá. Ni cigarrillo ni alcohol, ni un orgasmo postrero que me recuerde la vida, ya no hay tiempo para volver atrás por un último goce. Es la muerte de todo. Pero en mi cuerpo hay satisfacción, un placer húmedo, ingrávido. ¿Un cigarrillo dije? Es que no creo haber fumado nunca. Hay un momento de duda. ¿Era yo hombre? Por momentos me recuerdo mujer. Siento que mi padre está aquí. No lo veo, sólo lo siento, sé quién es más allá de su cuerpo. Padre, me voy, me estoy yendo, mi vida se acaba, no puedo verte. Tu hija está aquí, se va, padre. Tu hijo. Escucho su voz, lo amo, amo a mi padre. Lo odio. No es su voz, es lo que piensa, madre. A ti te siento en mí. Algo me lleva hacia adelante, fuerte, directo. Se frena. Ahora continúa. Ya no estoy cómodo. Esto está terminando, mi vida se va. El hombre está de pie y piensa: un poco más hijo, aguanta un poco más. Un pequeño esfuerzo y estaremos juntos. Mi padre. Puedo leer su pensamiento. Llora y se dice, me dice: tan inocente en un mundo malvado. Desde aquí no puedo hablarle, convencerlo de que no, no padre, no te equivoques. No puedo hablar pero lo sé todo. No soy inocente, lo sé todo. Un manojo de negros cabellos asoma por el hueco de la vida, húmedo, viscoso. Un sabor salado. Siento un sabor salado y ahora la boca seca. ¿Ya estaré muerto, padre? Todo se me olvida, ya no recuerdo nada, sólo a ustedes. Madre, me voy, padre, no te preocupes. El hombre ve salir una pequeña forma humana, una nueva vida en un cuerpecito amado, y solloza. Oye una sinfonía surcando el aire, algo que no es triste ni risueño pero es enorme, no puede evitar las lágrimas. El doctor arropa al niño, lo seca. Un segundo médico le quita la manta. Al apoyar la carne flamante sobre la báscula, el niño siente frío. Grita y su grito ya no es de muerte. Es un grito nuevo.

Relatos en tres dimensiones, 2004

Susana Lizzi, Gualeguaychú, Entre Ríos.

Patito feo

- ¿Cómo te llamás m’hija?
- Luisa.
Luisa ojos bajos, cabeza gacha, corazón galopante.
Hubiera querido confesar su miedo, liberar la humedad de su mirada. Pero no. Levantó un poco la cara y miró de reojo a la mujer que se calzaba diestramente los guantes de látex.
-¿Qué edad tenés?
-Quince -mintió en un balbuceo casi agónico-. Quince– repitió.
Y se esforzó por comprender las frases que le susurraba la mujer tratando de tranquilizarla.
-¿Y quién te mandó acá, Luisa? –preguntó como distraídamente su interlocutora.
- Una...amiga mía- La voz apenas le obedecía. No podía apartar la mirada de esa boca casi grosera que se movía sin cesar detrás de una semisonrisa de grandes dientes, uno de ellos con metálico brillo.
-¿Cómo se llama tu amiga?
- Nélida. Nélida González.
- ¡Ah! Sí, Nélida- asintió con la cabeza en un reconocimiento mental-. Bueno, vení querida, acostate en la camilla que te voy a revisar. ¿Cuándo tuviste la última falta?
-¿Falta?
-Quiero decir, el “asunto”, ¿cuándo menstruaste por última vez? –Aclaró con afectada paciencia.
Luisa piernas flacas, cuerpo menudo. Sus pudores la apabullaban con un calor envolvente revelándole su indefensión.
Se desvistió tímida y se sentó en el borde, con vergüenza.
-Ponete de espaldas. Apoyá un pie acá y el otro acá, eso es, flojita, bien flojita- dedos conocedores palparon el vientre niño de Luisa niña-. ¡Casi dos meses, chiquita, eh! Si no lo hacemos enseguida puede ser peligroso. Vestite que ya está. Te habrá dicho Nélida que yo cobro barato…
Asintió con un leve movimiento de cabeza.
-Te coloco un “aparatito”, ¿entendés? Y vos te arreglás.
Luisa mira con ojos muy abiertos, sin entender.
-¿Cuándo vas a poder?
Luisa silencio.
-¿El martes a las ocho y cuarto te parece bien?
-Bueno.
Salió a la calle temblando, con ojos de animal asustado, buscando identificar sus sensaciones. Su mente parecía estar en blanco, pero su problema era un animal vivo que la apresaba con sus garras trastornándola. No lograba explicarse nada. Sin embargo sabía que una sola cosa la liberaría: volver atrás en el tiempo, y eso no se puede. Volver hasta esa noche cuando su amiga le decía:
- Luisa, este es tu traje ¿no es fabuloso? ¡Vas a ser una reina en la comparsa!
- Nunca voy a olvidar estos carnavales...
- ¡Vas a saber lo que es la alegría, el placer de que te aplaudan! Los muchachos te dicen piropos, la gente quiere fotografiarse con vos... ¡es tan maravilloso que te aturde!... Te va a gustar, Luisa.
- A mí lo único que me importa es Horacio. Por él salgo en la comparsa.
- Van bien las cosas entre ustedes, ¿no?
- Si, re-bien. Pero me preocupa que el tiempo pasa y tiene que irse a Buenos Aires.
- Bueno, pero puede volver...
- ¿Y si no vuelve?
- ¡Pavota! ¿Por qué no habría de volver?
Un viento fresco la trajo a la realidad y apuró el paso para llegar temprano. No podía esquivar el recuerdo del verano. Recordó la comparsa, (los pies me duelen), las luces de los flashes estallando en la calle (se hace de noche), la gente joven baila enfundada en trajes de colores rutilantes, (me incomodan los vecinos mirones), música y colorido en las carrozas, destellos de lentejuelas felices,(un charco de agua jabonosa), ritmo de locura carnavalesca,( no se sabe si es de verdad o de mentira esa alegría), y color, y turistas dispuestos a bailar y divertirse. (Y después...)
Era la última noche del desfile de comparsas en la ciudad “Capital del Carnaval” según aseguraban los afiches. Luisa nunca se había sentido tan bonita, maquillada dulcemente y con un tocado dorado adornando su cabecita, que arrojaba flecos danzantes en su frente tostada. La malla ceñía su talle realzando las formas incipientes. “No, mamá - pensó en ese momento- esta noche no soy el “patito feo”, como vos me llamás: esta noche soy reina. Una linda reina, como me dice Horacio”.
Horacio y sus manos blancas y suaves de “niño bien”, y sus cabellos sedosos cayendo en mechones brillantes sobre su rostro transpirado. Sedas, plumas, encajes. Luces, palmas y gritos. Algarabía.
Horacio y su idea de festejar solos.
Horacio dueño de su debut como mujer.
Si pudiera volver atrás ¿Qué haría?
Y ahora... ¿cómo la llamaría su madre?
Entró en su casa, consternada.
-¿Y vos dónde estabas? - preguntó su madre.
-En lo de Nélida.
-Ja. ¡Linda yunta!- masculló secando con el antebrazo su rostro sudado. De un manotazo apartó una mecha de pelo que le caía a los ojos y dio media vuelta para seguir lavando. Luisa se encerró en el baño, único lugar en la casa donde era posible estar sola.
- ¿Y si no vuelve?
- Pavota, ¿por qué no habría de volver?
Y no volvió.
Se miró en el espejito ovalado y triste que cuelga de la pared.
- ¿Vas a desocupar el baño o no? - le grita su madre.
- Voy...
- ¡Cabeza hueca!
Martes ocho y cuarto. Luisa sentada en un living extraño, espera. Siente olor a café con leche y tostadas. Sobre una mesita hay una foto de unos niños sonrientes. Alto, adornando un estante superior, un Cristo de madera tallada. Después fija la vista en sus pies apoyados en el suelo, bien juntitos.
-Acá estoy, mi querida. Pasá por aquí y acomodate como vos ya sabés, que en un segundito vuelvo.
Suerte que la mujer es tan amable ¿no?; sin embargo Luisa no se anima a decirle lo que siente, todo eso que se amontonó dentro de ella y que no sabe definir, pero que pesa como cien ladrillos de plomo; eso que hace días la persigue y la obliga a pensar y a llorar y a repetirse que quisiera que las cosas fueran de otra manera.
“Acomodate como vos ya sabés”. Permanece estúpidamente acostada, con las piernas separadas, alrededor de quince minutos. Tiembla convulsivamente.
-¿Tenés frío?
-No.
-Quedáte tranquila, tranquilita que todo va a salir bien.
Escucha el taparse y destaparse de un objeto de aluminio y el ruido de elementos sobre una bandeja de acero inoxidable. Dedos enguantados y expertos vuelven a examinarla y un objeto frío, metálico, se introduce en su bajo vientre.
-No te va a doler m’hija. Es una cosita de nada, en unos minutitos estamos listas - y como si le adivinara el pensamiento agregó - ¿Qué se le va a hacer? Antes que traer un hijo al mundo a sufrir y pasar privaciones... yo creo que lo mejor es evitarlo.
-Mis padres...
Luisa hizo un amago de confesión, pero la comadrona, que era ducha en estas lides, la atajó:
-Si no se enteran, mejor: te vas a ahorrar problemas, querida.
¿Por qué le diría “querida”? Preferiría que le dijera “cabeza hueca”, como le decía su madre, que al fin y al cabo tenía razón. La vio maniobrar con agujas y jeringas. Uno, dos, tres pinchazos. Miedo. Dolor. (Horacio).
-Nena, mañana tempranito te la sacás ¿sabés?, le pegás un tironcito y sale sola.
¿De qué habla?
-Cualquier cosa te venís para acá. Controlate la fiebre y que no haya demasiada hemorragia.
Cuando subió al colectivo parecía una sombra. Se veía mal y se sentía peor. Un repentino temblor le sacudía cada músculo del cuerpo. Sentía la lengua endurecida y la cara rígida. Un hormigueo le recorría la sangre. Debía ser efecto de la inyección. ¿A quién recurrir? ¿A quién decirle? ¿Cómo gritar su desgracia en un vehículo lleno de extraños?
Luisa pálida. Luisa asustada. Luisa patito feo otra vez.
Se queda de pie en medio de su mal iluminada habitación mirando las manchas de humedad. No llora. Se queda hundida en esa oscuridad mezcla de ignorancia e inocencia. Casi no entiende lo que ha hecho.
Luisa desamparadamente niña.
Esa noche palpa la humedad entre sus muslos. No duerme. Se toca. Mañana debe tironear esto...
Las horas se suceden. Da vueltas en la cama. Las sábanas son serpientes dolorosas, pero ellas no saben, no saben... Se prepara, no quiere manchar nada.
Las ocho.
Tiene miedo. ¡Está tan sola!
Un tironcito. Otro. Otro. Náuseas. No quiere pensar. (Horacio). Ya la tiene en la mano, temblorosa y tibia de sangre. La esconde y corre al baño. Algo caliente la acaricia desde adentro y cae al inodoro. Las ojeras la miran después desde el espejo. La desconocen. No saben por qué llora. ¿Por qué llora?
En un desfile febril ve de nuevo las luces. Los flashes. Escucha la música. Todo se borronea en lágrimas. Colorido. Brillo. Baile. Horacio. Ser reina, reina, reina, reina...
...Y una voz que todavía no alcanza a oír le dice que ese reinado será, para siempre, su cruz.

Rubén Vedovaldi

MICROCUENTOS DE RUBÉN VEDOVALDI

MERCADO LIBRE
Envolver cualquier sorongo teñido en el mejor papel de regalo,
hacerle el mejor moño y arrojarlo por la ventana publicitaria al son del jingle.
La historia es un slogan publicitario.
La ciudad, el mundo, todo es un mercado cambiario de cualquier cosa
Hay que arruinar la producción de la competencia
No hay más dios que el mercado y la publicidad es su profeta.
La propaganda multiplica panes y peces en el desierto
La publicidad convierte a la piedra en pan y al agua podrida en el mejor vino.
La publicidad enceguece a los que tienen ojos para ver y ensordece a los que tienen oídos para oír
La publicidad mata a los vivos y resucita a los muertos.
Aún cuando todo lo que existe sea la Nada y no algo,
hay que envolver esa Nada en brillante y colorido papel de regalo,
cantar el jingle y arrojar esa Nada por la ventana publicitaria.

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MINERALES
Un cascote le dice a una piedra: te amo.
Pero el corazón de piedra de la piedra no responde.
Loco de pena, el cascote se arroja al abismo y se hace añicos.
Otra piedra, de corazón loco, se enamora de un cascote,
pero el cascote no le corresponde y la deja dura.

MORALEJA EN PREGUNTA:
¿Qué vale más, una piedra preciosa o un ser humano precioso?

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MICROCUENTOS DE RUBÉN VEDOVALDI

DIARIO DE PÁJAROS

Un gato compra el diario de los pájaros y se entera de que una bandada pasará la noche en el bosque vecino.
El gato duerme la siesta y se relame en sueños por el frestín que se dará más tarde.
Al caer el sol el gato entra sigilosamente en el bosque. Ve pájaros durmiendo en la copa de un lapacho, trepa y caza uno mientras los otros huyen.
Luego se interna más y caza otro en la copa de un paraíso sombrilla y luego un tercero y un cuarto y un quinto
hasta que se llena el estómago con la bandada de pájaros.
Al otro día, manda poner un aviso en el diario de los hombres:
Vendo plumas para almohadas y colchones.

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LA GATA PIERDE EL PELO

Una gata se ofrece a lamer el sexo de los machos viejos a cambio de leche y comida
Por el mismo servicio un viejo gato le ofrece lecciones de danza.
La gata aprende la danza de los siete velos y la danza de los setenta y siete veces siete desvelos
y cuando no gana lo suficiente con su servicio de sexo oral, baila en la feria para que le tiren algo de comida.
Una noche de luna, un joven gato le hace el amor y en el éxtasis orgásmico la gata se transforma en princesa
y deslumbra a todos danzando en las cortes. Se casa con un príncipe y ya no tiene que hacer nada para conseguir su comida, pero
en secreto, algunas noches sale del palacio y va a lamerle el sexo a cuanto viejo gato se le cruza por ahí.









MICROCUENTOS DE RUBÉN VEDOVALDI

SUEÑOS ROBADOS

Un ladrón se gana la vida robándole sueños a los pobres para vendérselos a los ricos y a los creativos publicitarios que perdieron la capacidad de soñar por sí mismos..
Los pobres ahora sin sueño dejan de jugar al quini seis, dejan de votar en las elecciones y dejan de ir a misa.
Los ricos sueñan números y juegan en el casino y ganan fortunas
Apuestan a caballos y siempre ganan
Sueñan que sus amores siempre posibles se les vuelven inalcanzables y empiezan a vivir amores inalcanzables y ya no saben qué hacer con su dinero ni con sus cuantiosos bienes porque se los quieren regalar a los pobres y los pobres sin sueños ya ni dinero
quieren.

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LA LOCURA Y EL MURO DE LA RAZÓN

“La locura es una defensa contra la angustia.” Beatriz Medina

Un loco se arranca las orejas con las uñas y las pega contra el muro del silencio.
Del otro lado del muro están las notas del himno a la alegría
pero ninguna viene a sonar del lado del loco desorejado.
Del otro lado estaban los suspiros de amor pero ninguno vino.
El loco se arranca los ojos y los estampa contra el muro de la oscuridad.
Del otro lado arden los colores y lucen al sol todas las formas pero ni colores ni formas vienen al loco.
El loco se arranca la locura y la pega contra el muro de la Razón
y salta desesperado queriendo huir al otro lado del muro, pero muere rebotando, desangrándose,
sabiendo que para él ya no habrá otro lado.







MICROCUENTOS DE RUBÉN VEDOVALDI

IDÉNTICOS
En un cruce de calles peatonales se encuentran cien hombres tan parecidos entre sí en tamaño, en rostro y en vestir, que al verse a la cara cada uno olvida su nombre y apellido y su propia historia y comienza a preguntarle a otro y a otro:
¿Quién soy? ¿Quién es quién?
Pero nadie logra responder y todos huyen hacia los cuatro rumbos de la ciudad buscando a alguien diferente Y no encuentran a nadie y desesperan hasta que a uno se le ocurre preguntarle a otro:
- ¿Si no fueras quien eres, quién te gustaría ser?
Y todos piensan en otra persona hasta que se transforman en esa ora persona, pero esa otra persona es la misma en todos.


EL ARREGLADOR
Un muñeco se gana la vida arreglando hombres rotos. Le llevan un soldado roto por la guerra y lo recompone,
una mujer rota por amor y la arregla,
un borracho roto de pesadillas, una loca rota de pájaros celestes, un sillón de ruedas roto de niño triste y los repara.
Un mal día le trajeron un buen Dios roto en mil pedazos por la ingratitud eterna de sus hijos,
pero a ese todavía no lo pudo arreglar.


DE SUMA Y RESTA
El profesor le pregunta a la adolescente enamoradiza:
-¿Cuánto es un pájaro más una pájara menos un beso de amor?
-Un pájaro más una pájara menos un beso de amor …
no son nada.

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PESCA INSÓLITA
Un hombre arroja su caña de pescar al río y pesca una máscara idéntica a su rostro y se la pone y le queda tan bien que nadie se da cuenta.
Por la noche llega a su casa, cena y se va a dormir y se quita la máscara y la deja sobre la mesita de luz junto a la cama y se duerme boca abajo.
Entra su mujer y lo ve dormido. Ve la máscara en la mesita de luz y se muere del susto.



MICROCUENTOS DE RUBÉN VEDOVALDI


LA PREGUNTA Y SU CIENCIA
Un maestro siembra una pregunta en el campo fértil de los alumnos curiosos.
De la pregunta brota una ciencia que extiende ramas y frutos por todas partes.
La gente estira su mano y se sirve lo que quiere.
Viene un gran inversor y compra todo el campo de los alumnos curiosos
y pone alambrado en todo el campo y pone precio en moneda fuerte a la ciencia y a todos sus frutos.
No conforme con eso, ofrece comprarle al maestro todas las preguntas que de aquí en más se le ocurran,
Desde ese día al maestro ya nunca más se le ocurrió ninguna pregunta.


SACERDOTE DESMEMORIADO
Un perro memorioso se gana la vida como apuntador en las misas que da un sacerdote desmemoriado.
Un domingo se le cruza al perro en pleno sermón una perrita que tenía alzados a todos los perros de la parroquia.
El perro no se puede contener y le susurra:
-Putita, vení que te muerdo las tetitas y te sacudo un polvo de la san puta dentro del confesionario..
El sacerdote, confiado en su apuntador, oye y repite sin pensar el piropo del perro.
Esa fue la última misa.
El obispo lo expulsó de la diócesis.
Las feligresas no sabe si lo echaron por libidinoso o por pelotudo

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NÚMERO HUMANO
En el futuro cada número llevará un hombre a sus espaldas
Y ese hombre dirá quién es el número
y la aritmética se volverá humanística.

RONNY RANSENBERG

AMAPOLA

UNA COLORIDA FLOR DE TRANSPARENTE MIRADA,
YACIA MIRANDO EL ASFALTO DEL CAMINO, QUE CONDUCIA A MAR DEL PLATA
ERA UNA FRAGIL AMAPOLA , Y EL JARRON YA NO TENIA EL PLACER DE
DE SU COMPAÑIA.
EL VIENTO LA HABIA LLEVADO A LA VERA DE LA RUTA: SEGURO QUE
PERTENECIA A ALGUNA DE LAS CASAS ALEDAÑAS.
PERMANECIO TODA LA NOCHE SOBRE EL PAVIMENTO. MILAGROSAMEN-
TE NO SUFRIO EL MINIMO RAZGUÑO, DE LOS MOVILES QUE INCESANTEMENTE
PASABAN
EN EL AMANECER ABRIO SUS PALIDOS OJOS, ESBOZO UNA TENUE
SONRISA... Y MURIO.
EL JARRON YA NO TENIA EL PLACER DE SU COMPAÑIA.

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EL VERDUGO

EN UNA CALUROSA TARDE DEL MIL OCHOCIENTOS, EL VERDUGO LUEGO DE
CUARENTA AÑOS DE TRABAJO, SE JUBILO CON LA ULTIMA CABEZA; QUE
LENTAMENTE RODO SIN PAUSA NI PRISA.
SU TRABAJO FUE LIMPIO E IMPECABLE, EL HACHA MANEJADO CON GRAN
MAESTRIA CONTRIBUYO PARA QUE LOS CONDENADOS PASARAN AL OTRO
MUNDO SIN SUFRIMIENTO. CUANDO RECIBIO LA MEDALLA DE LAS AUTORIDADES
SE SINTIO FELIZ.
CONVENCIDO DE SU CONTRIBUCION A LA LIBERACION DE MUCHA GENTE
DE SU INCOMODA VIDA EN AQUEL IGNOTO PUEBLO DE FRANCIA....
SE CONVIRTIO EN UN PROCER.

HÉCTOR COBAS

CONFESION NOSTÁLGICA


Creo que todo ser humano pensante alguna vez se planteó el suicidio como una posibilidad de salir de ciertos estados que lindan con la melancolía y la pérdida del sentido de la vida. Haciendo referencia a autores que escribieron al respecto son de los que conozco dos: Antonin Artaud y Albert Camús. Ambos lo plantearon desde el punto de vista existencial como una hipótesis, que en última instancia no era otra cosa que eliminar el absurdo de la existencia. En lo personal atravesé por esa etapa. Era una revuelta contra un mundo que se concebía como artificial y banal del burgués, instalado cómodamente en las poltronas del mero "bienestar económico" y encerrado en el pequeño mundo de un yo egoísta y superficial. En esa época los que presumíamos de intelectuales, nos regodeábamos con la "Nausea" de Jean Paúl Sartre o con el Mito de Sísifo o El hombre rebelde de Camús y porque no con el Lobo Estepario de Hermann Hessen. Rebeldía y nausea que embestían contra esos mundos prefabricados. Por un lado algunos de mi generación habíamos dejado de lado el proyecto de cambiar el mundo. Ese supuesto cambio que en su momento fue la reclusión en la utopía se fue desmoronando, atravesada con la violencia, con el agregado de un sufrimiento estéril y de la muerte sin sentido. Muerte, desolación, sufrimiento injusto y devastador nos mostraban el absurdo de vivir en un mundo carente de amor y de solidaridad. Es difícil cambiar cuando hay odio y arrebato de ira. Ese odio genera más odio y más violencia interna y externa. En fin como se puede vislumbrar la impronta de ese momento desesperado para algunos: suicidarse o huir a la espera de encontrar otros ámbitos del pensar más sosegados y libres de tanto horror fue el camino individual de muchos. En esos momentos el mar, un lugar bastante solitario, un bosque que flanqueaba cerca de mi casa, fueron un refugio de un exilio donde encontré nuevamente el ansia de vivir. Era una forma, tal vez poco heroica de huir de tanto nihilismo.
Sin embargo, la experiencia en su momento de sentirme un desertor y de renunciar a cierto protagonismo me acompañó durante mucho tiempo. Pero honestamente seguí en la lucha de otro modo y comprendiendo la vida de otro ángulo sin las fantasías del éxito y de la vana realización en mundos no queridos conscientemente. En última instancia la "experiencia del ser como una nada" es muy fuerte, es un disolverse en un vacío donde lo único que sale a la luz es solamente el ente. Si le quitamos a la vida el movimiento y el transcurrir creo que la vaciamos de su máxima expresión. Por eso quizá la poesía, la sana literatura y el retorno a pensarla como algo sacro (como misterio y no como algo divino exclusivamente) es lo único válido. Lo demás es sólo circunstancia y la alternancia de poder vivir más en un mundo posible que el mundo devaluado de aquello que nos han dicho que es el mundo "real". ¿Real con respecto a qué? En algún momento les diré como pienso esa "posibilidad". Creo que en esa clave del pensar ahuyentamos el sinsentido, el nihilismo devastador y la idea del suicidio queda debilitada por la vida.

(hectorco@infovia.com.ar)

ROSA PÉREZ REPULLO

PREMONICIÓN

Laura José y el pequeño adrián de diez años, eran una familia muy
feliz, ella estaba embarazada de ocho meses esperaba su segundo hijo.
El padre era medico y tenia su consulta en su propia domicilio por lo
que pasaba mucho tiempo con su hijo jugando y ayudandole en sus
estudios.
Pero en este ultimo mes Laura tenia extrañas pesadillas en las que
veía como varios miembros de su familia morían en su propia casa, y
eso la inquietaba bastante.
Fue a su medico preocupada por lo que le estaba pasando, su doctor la
tranquilizo y le dijo que quizás seria del estres por su trabajo ya
que ella era periodista y aun trabajaba.
Llegó el día del parto y toda su familia estaba con ella, dos meses
después, una noche Laura fue a cenar con su marido y dejo al bebe con
su hermana.
Cuando llego la encontró muerta junto a su bebe, a las pocas semana
paso igual con la abuela de pequeño, falleció al final de la escalera,
intentando cojer el teléfono para llamar a alguien.
Por si fuera poco un mes después paso lo mismo con su niñera de toda la vida.
La policía detuvo al padre ya que en los cuerpos se habían detectado
restos de un potente medicamento que en dosis altas podía matar, y que
solo el tenia en su consulta.
Ella no podía creer todo lo que le estaba pasando era tan real como
sus pesadillas.
Pero lo peor estaba por venir, de repente escucho como lloraba su
bebe, fue hasta su habitación pero ya era tarde, ya estaba muerto de
la misma manera que los demás, y el asesino era su propio hijo mayor.
Laura lo agarro por los brazos gritandole y preguntándole porque lo
había hecho, Adrián la miro y le dijo, es solo un juego mama, papa me
enseño los medicamentos.
Ella se quedo sentada en la habitación esperando despertarse, aunque
sabia que lo que estaba viendo era real.
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EL PARAÍSO DE JANA

Jana llevaba seis meses internada en un centro de salud mental, sus
padres murieron de niña y había estado muy unida a sus amigos,hasta el
accidente de coche.
Ellos eran como sus hermanos lo compartían todo, se sentía muy
culpable por no haber ido al viaje aquel día.
Y los echaba tanto de menos que su depresión y su estado de salud
empeoraba por momentos, tenia alucinaciones, o al menos eso decían los
médicos que la trataban.
Aunque ella sabia que no eran alucinaciones lo que veía cada noche en
su habitación.
Sus amigos venían a verla convertidos en zombie, ese era su mejor
momento del día, cuando estaban con ella.
El primer día que los vio así se asusto, pero se alegro tanto de
verlos, que esperaba la llegada de la noche como el que espera un
milagro.
Pero nadie la creía, y lo peor era que sabia que si seguía hablando de
ellos nunca la dejarían salir de aquel sitio,
Sus sueños le indicaban el sitio donde el coche callo, y de donde
nunca se recuperaron los cuerpos.
Jana izó un esfuerzo por aparentar estar bien para poder salir del
hospital en el que estaba, y cuando lo consiguió, fue hacia el lugar
donde le habían indicado sus amigos.
Una vez allí, aparecieron ellos, era tan feliz que no se lo pensó ni
un instante y se tiro por el puente, sabia que era la única manera en
la que estarían siempre juntos.
En su coche dejo una nota en la que decía, soy feliz estoy en mi paraíso.

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ÁNGEL Y EL HADA QUE NO SABÍA VOLAR

Era Navidad y el pequeño Ángel pasaba las fiestas con sus padres en la
ciudad de París,ellos le habían llevado hasta allí por una semana, él
estaba tan contento y emocionado por estar en esa ciudad tan hermosa
que no podía dormir.
-Un ruido como si alguien llorase le llamo la atención, Ángel se
levando y corrió hacia la ventana de aquel viejo hotel y cual fue su
sorpresa cuando vio en el suelo una pequeña hada llorando.
-¿Que te ocurre porque lloras le pregunto el niño? no se volar,
respondió la pequeña hada, no te preocupes le contesto Ángel yo te
enseñare.
-Ángel cogió al hada y la metió en uno de los cagones de su ropa. dejo
el cajón un poco abierto para que pudiera respirar y fue corriendo a
buscar unas chocolatinas que había comprado para dárselas a el hada.
-Yo tengo una amiga hada como tu que vive en el bosque,¿Quieres tu
también ser mi amiga? le pregunto el niño a la pequeña hadita, si le
contesto.
-Cada mañana Ángel se levantaba algo más temprano que sus padres y
cogía con cuidado a su mágica amiga y con las manos la impulsaba hacia
arriba, momentos antes de hacer esto había colocado algunos cojines en
el suelo de su habitación para evitar que se hiciera daño al caer, lo
cual causaba extrañeza en su madre cada vez que iba a verlo.
-De repente Ángel se dio la vuelta y encontró frente a él a cinco
hadas más que lo miraba muy enfadadas señalando a su pequeña amiga.
-Como has podido mostrarte ante este humano le decían, no os preocupes
respondía la joven hada, es mi amigo.
-Ángel sonrió y les dijo, no voy a haceros daño yo tengo una amiga
como vosotras en el bosque donde vive mi abuelo.
-Las hadas se miraron entre si, y aunque desconfiaban le permitieron
ser su amigo,
él se ha ofrecido a ayudarme a volar, le contaba el hadita.
-Sólo quedaban dos días para que Ángel tuviera que irse, pero él
estaba empeñado en que su pequeña amiga aprendiera a volar y fingió un
dolor de estomago para no salir de su habitación y así poder ayudar a su hadita.
-Una y otra vez el niño la impulsaba con sus manos hacia arriba, para
que ella cogiera fuerzas y así pudiera volar.
-La noche antes de irse Ángel seguía en su empeño por ayudar a su
joven amiga, entonces entro su padre para darle el beso de buenas
noches y el niño le pregunto.
-¿Papa como puedo ayudar a una amiga para que consiga volar? El padre
sonrió y le dijo, si deseas algo con tu corazón y cierras los ojos
podrás conseguirlo todo.
-Gracias Papa eso haré le respondió el niño, y cuando salió de la
habitación le pidió a el hada que hiciera lo que había dicho su Padre,
su joven amiga cerro los ojos y deseo con todo su corazón poder volar,
Ángel la impulso hacia arriba con sus manos y por fin lo consiguió.
-A la mañana siguiente el niño se despidió de su pequeña amiga y de la
mágica ciudad en la que había vivido otra maravillosa aventura.