Ana Lucía Montoya Rondón, Colombia

¿Acaso fue un sueño?

Acaso vamos de la noche al día, cual péndulo que columpia nuestras vidas o, como el cazador que al voleo tira la honda para atrapar la pieza.
Acaso, extenuados buscando el cruce de caminos que el destino trazó con una línea invisible para que la viéramos solo hasta ahora.

Acaso arrebatando trozos al tiempo en medio del huracán enceguecido sobre nuestros cuerpos abatidos esperando al mensajero.

Acaso la "Vida" que llegó para suplicar piedad a Cronos para que la deje manipular el reloj y lograr que los días y las noches sean eterno claro oscuro sensual que cubra con un velo todos los parapetos encontrados al paso.

Acaso entrecerrar los ojos y mirar en un atardecer la cópula mágica del Sol sobre la mar, allá en la línea del horizonte.

Acaso viviendo estos delirios en extremo desvarío, tal vez encuentre las sendas que me acerquen a ese faro…

Acaso jamás o, ¿Acaso por siempre?

¡Me rebelo!

Todo mi ser gime.

Mis sentidos desbocados no pueden estar en sumisión eterna. Mi mente razona con ardor que ha llegado la hora de la asonada. Todos mis deseos en posición de avanzada armados hasta los dientes pujan por dar la pelea y romper las barricadas.

¡Basta ya!

Siempre negándome todos los gustos, siempre guardando mi puesto de jefe de ruta. El Capitán no debe abandonar la nave sino de último, cuando haya protegido a todos. Pero "esos" están a salvo, ahora la que importa soy yo, ser desnudo, temblando, exigiendo, hambriento, plañendo con todas las ansiedades. Desgarrando mi piel…

Hembra completa, sensual, definitivamente a la intemperie…

¡Llegó la hora!

Es la vida eterna o la muerte simplemente…
..................

Y oí que una multitud reía a carcajadas. El viento me acariciaba. Me lamía excitado meciendo a su paso en un delicioso zarandeo las hojas de las palmeras.

Sentía que mi cuerpo se excitaba… Tendida sobre la arena me había quedado dormida. Desperté cuando ya era casi oscuro. Unas pequeñas gotas de agua cayeron sobre mi cuerpo, abrí un poco los ojos y me vi desnuda. Sí, estaba completamente desnuda. Solo me cubría un poco los senos mi larga cabellera enmarañada, como si la pelea con el tiempo hubiese sido cierta. No podía dilucidar qué era real y qué era sueño.

Sentí por todo mi cuerpo y en mis labios las huellas de un fogoso encuentro. De pronto volteé la cabeza y, allí,a mi lado, reclinado sobre un brazo estaba él, ese que se había deslizado en sueños haciéndome gemir versos. Lo reconocí al instante. Me sonreía, me acarició el rostro. Alisaba mis cabellos, se inclinó lentamente, tomó mis labios…. Y…. definitivamente desperté… mi cama tenía el olor de la sal de mar y las huellas de un visitante.

Ojalá la próxima vez pueda embrujarlo para poder atarlo por siempre a mi cuerpo, a mi vida.

¡Hacerlo mío totalmente!

Mercedes Sáenz / Tigre, Buenos Aires, Argentina

ES QUE AÚN QUIERO DECIRTE, INDIO


He dormido bajo tu mismo brazo, quebrado alguna vez y torcido. Las manos de llagas secas y en tus ojos huellas milenarias.
Te han dicho de todo, lo aprendido en facultades, en organizaciones en tu defensa. Te han escrito bellos y verdaderos poemas. Te han puesto orgullo, el que surge de defender tu memoria, intentando ponerte de pie, queriendo no olvidar tu valentía.´
Autores de importancia te estudiaron, planifican aún cómo devolverte la dignidad en este mundo.


Aún quiero decirte que dormí bajo tu brazo, con el telar de tus manos bajo el cielo negro y antes de cerrarse tus ojos estaban llenos de estrellas que les soplaste a los míos.
Aún quiero decirte hombre anciano, que esa fue la primera comunión que tomé en la vida. Silenciosamente, sin que nuestros cuerpos se tocaran.
Aprendí mientras dormía algunos cantos de tu tierra sin saber siquiera que significan, mientras la tierra madre nos acunaba cómo hace millones de años, pero sin guerras.
Me iré cuándo amanezca, hombre indio, cómo una hija de los vientos del sur, con la mitad del alma y ese silencio todo.


Mercedes Sáenz / Tigre / Buenos Aires, Argentina

EL DESAMPARO


Aturde muda su fuerza de arrancar toda el alma. Es una línea quebrada, un silencio de músicos, tosco cómo un ebrio de agua. Una cuerda que estrangula hasta el desconcierto dónde no se puede definir el dolor. Perdura en una pregunta larga del deseo muerto.
Y dónde el niño de la panza hambre. Y dónde la madre sin su niño y qué del desaparecido y del de dos ruedas por pies. Y qué del que no puede, y qué del frío que es más, y qué de no cantar en abecedario. Y qué del verde que se quema. Y del agua que no es lluvia. Y qué de mi cuándo encuentro el desamparo cubriendo el mundo un domingo con mal tiempo.
No se dice el desamparo. El de uno es nada, ni ay se dice.

Ana Callegaris, Santa Fé, Argentina

CONFORMISMO

Se levantaba sin pensar. Besaba a su marido al despedirlo, como siempre. Iba a la oficina sin cuestionarse porqué. Sonreía por compromiso, al volver pasaba por el mercado, todos los días. Cenaba sola mirando el mismo programa de entretenimientos.
El llegaba cuando ella ya estaba dormida.

Los sábados salían con los matrimonios de siempre, al lugar de siempre, regresaban en silencio, como siempre.
Los domingos pasaban informes, silenciosos. Hasta el gato se aburría.
Pasaron viente años idénticos.
Una mañana la atropelló una moto al salir del mercado.

La sepultaron en el cementerio de su ciudad.
En poco tiempo comenzaron a olvidarla.

Ana Callegaris, Santa Fé, Argentina

OLOR A TANGO

Deambulé zombie entre espirales de humo en el centro de la calzada. Era noche y apenas llovía, como dice el tango. Levité con liviandad casi sin pisar el suelo mojado. Me mirabas pasivo desde la vereda norte, con un vaso de Old Smuggler en la mano. Miré hacia el sur y seguí girando.
Por la mañana todo había pasado: la calle era aplastada por mil vehículos rumbo al trabajo, el cielo blanco por las nubes y el semáforo de la esquina gritaba un verde esmeralda.
Ya no te extraño.

ANA CALLEGARIS, SANTA FE, ARGENTINA

Ojos claros


Compraba un bolso azul cuando pasaste. Charlabas y fumabas a la par de un amigo hacia el norte. Me abstraje con tu mirar, perdido en el horizonte con ese dejo de nostalgia tuyo.

La peatonal estaba vasta de gente pero aparentabas flotar sobre ellos, como levitando en esa brisa fresca de septiembre, con tus ojos color mar urgando el infinito y mi mirada clavada en ti.

No existo en tu mundo, no existo en tu vida. No existo en ti.

Sin embargo, todavía te deseo.

TODO FRUTO TIENE SU SECRETO, Norma Padra, Buenos Aires, Argentina

Transito por los caminos misteriosos de la frugalidad y la sensualidad mientras estoy frente a un fruto, un simple higo, simiente, comienzo de vida, placer de néctar pálido, dulce, brilloso, carnoso, juego con todos los sentidos, con los ojos, el olfato; lo degusto, toco su aspereza externa, y la vellosidad interna y rosada.

Hasta puedo escuchar su lamento al separarlo con mis labios.

Y me lleva el recuerdo al jardín de mi abuelo, a sus higueras, a mi infancia, a esas tardes en que él, tomaba con sus manos esos frutos, y los dejaba en mis manos.

Mi abuelo tenía la misma dulzura que esas tardes en el jardín, rodeados de aromas de flores, placeres y sabiduría.

Siempre contaba historias que había aprendido en su tierra natal. Lleno de nostalgia, él y yo comíamos esos higos en pétalos, maduros, compartiendo secretos, sólo los dos en el jardín de la infancia.

Pepón Lapidario

Punto de vista

Cuando caí en la cuenta de que nadie podía verme ni oírme el corazón me dio un vuelco. Intenté en vano tocar a los viandantes, descubriendo que atravesaba gente, muros, todo. Aterrado, pensé que había muerto de un infarto repentino, y que me había visto condenado a vagar por el mundo como un espectro errante... Pronto me di cuenta de que la verdad era mucho menos terrible: no era yo el muerto sino todos vosotros, pobres fantasmas insustanciales.

Tres mini mini mini

LA ÚLTIMA CENA

El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.

Ángel García Galiano


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Del tiempo a tres voces


Antes de morir, papá me regaló su reloj. Pasaron los años, y ahora mi hijo ve la hora de su abuelo.

Nelson Gomez León


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En contra de toda expectativa

Y en contra de todo pronóstico, contradiciendo todas las expectativas, el hombre que acababa de perder una pierna se puso a saltar en una pata, de pura alegría.

Dagoberto Espinoza

Álex E. Peñaloza Campos

Mina

El estallido atronador lo dejó completamente sordo. De pronto sintió el frío y agreste suelo a sus espaldas. Vio algunas figuras humanas corriendo apresuradas, unas tratando de ocultarse, otras que se le acercaban diligentes. Buscó sus sentidos y percibió que, aparte de la sordera que lentamente se iba diluyendo, todo estaba bien. Sentía su cabeza, sus manos, sus pies y sus dedos: Sentía todos sus dedos. Si, los sentía. Se felicitó por su buena suerte; después de todo había salido bien parado de la explosión.
-¡Una mina! ¡Pisó una mina! – gritó un soldado.
Fue a levantarse pero no lo logró. Cuando quiso ponerse en pie notó con horror que la mina le había volado un pie y hecho trizas el otro. Entonces se desmayó.




Amor al primer mordisco - Norbert Fernández Lauretta, San Luis, Argentina

Dice Elsa Schiaparelli que “un buen cocinero es como una hechicera que sirve felicidad”.
Cocinar es magia, y, además, arte. Desconocerlo es fracasar en el intento. Debe emprenderse con abandono o no emprenderse en absoluto. Es como hacer el amor.

Véanlo así: Una buena comida requiere cómo mínimo una hora de cocción. De ahí en más, depende de los recursos y del apetito que se tenga. De lo contrario no sirve, no se digiere bien, uno se enferma y siente acidez. Se acabó el amor…

… el amor de gozar inteligentemente –como enseñara Epicuro- del placer sensual, exquisito, de la buena mesa; que es una manera de cultivar el espíritu, de practicar la virtud.
A veces es recomendable cierto ayuno previo, o un par de días a dieta.

Para mí lo mejor es cocinar sin recetas. Ser creativo y generoso con los condimentos.
Mostrarse calmo, sereno, tierno; intenso a veces, por momentos irracional, algo salvaje, primitivo. Siempre amable.
Cocinar a fuego lento y progresivo, hasta la ebullición y el climax.

¡Buen apetito! Y recordar el proverbio alemán que dice “después de comer bien todo parece distinto”. ¡Siempre es aconsejable una buena sobremesa!
Su comensal, agradecida.