Distancia, Gabriela Agilda, Buenos Aires, Argentina

Estiro mis brazos para recuperarte, pero el océano me devora. Dime qué hago aquí, si mi cuerpo me cuenta centímetro a centímetro la huella de tus manos sobre mi espuma. Sé que estuve allí. Sé que anclé en ti. En otro plano. Tal vez en otra vida. En tu tierra lejana. El testimonio de tu recuerdo es la fuente de mi historia. Tu placer está sellado en mis rincones más celosos. Está escrito en mis páginas más íntimas. El mío, anida en las tuyas. Lo sé. Lo sabes. Los dos sabemos. Dime si no, cómo puede mi esencia de mujer embriagarse con sólo nombrarte. ¿Es acaso mi noción de ti lo que me gobierna? Me resisto a creerlo. Me resisto a sofocar tu susurro gitano cuando desnuda mi cuello y me posee. ¿Es sólo mi noción de ti? No, amor…Sé que mis partículas estuvieron entre tus dedos en otra era. Mi deseo ancestral delata tus caricias en extinción. Y estás ahí, en mí, como aquella vez, como desde entonces.
Dime por qué canto canciones mudas. Porque eran tu arrullo mientras me amabas. ¿Será tu tradición oral la que quiso divulgarme? Para volver a amarme, para recuperarme en otro tiempo, para acunarme en brazos eternos que ya no me dejarán ir. Dime cómo mi nombre desnudo suspira el tuyo y se pierde. Dime cómo mis manos dibujan tu rostro sin haberlo visto, como mi vientre rememora espasmódicamente tu arte rupestre sin haberlo gozado. Dime cómo. Dime. Todo está escrito. Nárrame entera. Tu cronología estalla en mi pecho. Quiero revivir. Tu archivo secreto atesora mis crónicas. Necesito recrearme. Como desde entonces. Como cada vez.
¿Cómo modelo mi pasado en tu presente? Dime cómo. Quiero caminar tus añoranzas. Quiero aturdirme con tu canto contemporáneo; quiero inventar mi reflejo en tus ojos incrédulos. Sin tiempo, sin espacio, sin apuro. Necesito posarme en tu aliento, para corporizarme, para que me recorras y me resucites encendida en tu deseo, entre las sábanas de nuestro encuentro interrumpido por la línea del tiempo. Necesito ser. Ahora. Dime cómo. Si tú estás allí y yo aquí. Necesito renacer. Fecúndame con tu ilusión. Puedes lograrlo. Escribe mi historia futura. Sabes cómo hacerlo. Hazlo. Hazme.

EL PREDADOR - Fernán S. R. Banda, Santiago, Chile


Era bien entrada la noche. Escondido entre los densos arbustos se recostó extenuado. La luz de la luna atravesaba apenas el entramado de aquella espesura. Durmió inquieto, como adivinando una presencia perturbadora. Despertó con el leve crujido de una rama al quebrarse. En la penumbra se escuchaban ruidos feroces pero lejanos. Permaneció quieto aguzando el oído, escuchó con claridad el susurro de algo escurriéndose entre el follaje. Con los ojos entrecerrados vio acercarse como una sombra brutal la sanguinaria fiera, era negra, imponente, sigilosa. Por instinto supo que no debía moverse, ni siquiera respirar, hacerle creer que estaba muerto. La fétida cercanía tenia olor a sudor, a baba caliente, a sangre seca. Intuyó en esa sensación un residuo del terror de la ultima víctima. La inmovilidad era una tortura, le dolían los músculos agarrotados por la tensión. Con ansiedad contenida sintió la húmeda nariz recorriendo su piel, olfateando su cabeza, buscando con lentitud el cuello. En ese momento casi pudo respirar el vaho de aquel aliento feroz. Vio como replegaba los labios disponiéndose a morder, en la penumbra los colmillos resplandecieron con destellos filosos. Entonces, con un movimiento rápido, preciso, giró la cabeza abriendo sus fauces, y la atrapó.

Silencios - Gabriela Agilda, Argentina

Las palabras del sacerdote sonaban a lo lejos. Diego quería concentrarse en la ceremonia, pero no podía. Estaba convencido de que su pequeño hijo padecía el mismo extraño mal que había sumido a su mujer en el silencio más absoluto desde hacía un tiempo. En ese preciso instante estaba observando con angustiosa resignación cómo los otros niños lloraban luego de que el sacerdote les mojara la cabeza sobre la pila bautismal, mientras su hijo no emitía sonido.
A poco de confirmar el embarazo, su mujer había enmudecido de un momento para otro. En un principio Diego lo había atribuido a la emoción que la gran noticia le producía, pero ella nunca recuperó el habla. Ninguna de las especialidades médicas que consultaron había podido dar un diagnóstico. Hasta la alegría que el dolor del parto le produjo había sido silenciosa. Ella lloraba lágrimas mudas. Por momentos, a pesar de la presencia del bebé, el silencio en la casa era ensordecedor. Diego había llegado a sentir que él tampoco tenía necesidad de hablar.
La ceremonia finalizó. Su mejor amigo estaba orgulloso de ser el padrino del niño y ambos se emocionaron en un abrazo fraterno. Los invitados se sumaron a los saludos. “¡Qué caprichosa es la naturaleza!”, comentó uno de ellos. “Este bebé se parece más a su padrino que a su padre…” Las risas de los presentes ahogaron las miradas de los dos hombres. A partir de ese momento, Diego y su amigo también se quedaron mudos para siempre.

La loca - Carlos Adalberto Fernández, Buenos Aires, Argentina

Estás loca, Ana. Desvariás, Delirás. Ya no te puedo cuidar. Estosseñores de blanco se van a ocupar de todo. No llores, nos veremostodos los domingos. Chau.Ana siguió con la mirada a Juan, luego a la ambulancia que se lollevaba. Reprimió un sollozo, y siguió limpiando la casa.

La lujuria consumista, Pablo Costa, Buenos Aires, Argentina

Dos gotas de arte pinceladas en lagrimas. Expresión artística del sentimiento, como este párrafo que ha sido escrito desde el alma.
Sensación de miseria eufórica plasmada en un papel, legado de quien nunca morirá, ya que su obra trascenderá los pasos del tiempo. El recuerdo vivo de quien quiso sacar la sangre fuera de las venas.
Cada sueño es sinónimo de obra, cuando se expresa. Guiones relatados por la imaginación del artista.
La tendencia social consiste en encerrar a las personas en bloques de hielo para congelarlas y así anularlas. La maquina esta en funcionamiento. Cada engranaje esta maldito, ruedan aceitados por sangre, necesita consumir mas y más y más.
La humanidad esta en su pico máximo de subdesarrollo mental, la estética y la apariencia ganaron la batalla de la integridad. La mortadela fue sustituida de las góndolas por la rucula y los bares por gimnasios, donde orgías de maricones miran sus carnes frente a un espejo, mientras huesudas anoréxicas y señoras entradas en carnes, preparándose para la temporada primavera/verano, saltan al ritmo de sonidos de resortes. Pum-pum, pum-pum, un, do´, pum-pum, la cola parada, pum-pum tre´,cua´, pum-pum, eeeessso chicas pum-pum, chingui-chingui, mantengoooo...
Es terrible y preocupante. Terrible por la catástrofe de supervivencia a futuro de la especie, preocupante porque el monstruo crece, ha roto las barreras de contención. El consumo sobre la creación, los rebaños sobre la riqueza propia de cada individuo.
Mientras el artista sigue marginado, el arte no vale. Lo que vale es el nombre del autor que la maquinaria quiere vender. Y se vende por dinero!!! Sujetos a modas y tendencias
Sin embargo sigue creando, ignorado, para si mismo. A nadie le interesa, aunque tal vez cuando este muerto se lo recuerde mediante su obra con nostalgia.

Ni imagen ni semejanza - Rubén Valle - Mendoza, Argentina

Al unicornio de humo lo hicimos con las manos. Una vez que el abuelo empezó a hacer anillos con su habano, los tres tomamos por asalto esas densas nubes de juguete y armamos al unicornio según la imagen que nos hicimos de él a través de los cuentos de la abuela. El resultado fue un extraño trozo de humo que ningún bestiario en sus cabales hubiera admitido. Era el animal más humano del mundo. Se parecía a un pez con la cara de mi madre pero nada que ver.

Negativo de mí, Rubén Valle, Mendoza, Argentina

Aunque me digan que estoy loco, la muerte, la sangre, las heridas, no son iguales en todos lados. Algo creo saber del tema. Llevo veinte años llegando con mi cámara en ese justo instante en que los cuerpos aún supuran sus malogrados 21 gramos. Lo hice en Chile, en Bolivia y ahora en el DF mexicano. Todas esas caras que no se verán publicadas anidan en mi cabeza simulando una exposición a la que sólo yo tengo acceso. No es nada fácil. Yo no duermo y mi mujer tampoco. Grito por las noches, repito sus nombres, les hago respiración boca a boca, les tomo el pulso. Hasta rezo por ellos. De día soy otro. De día, los cazo con mi lente como un sicario que cuida cada detalle; no me importa si tengo que acomodarles un brazo o una pierna para que luzcan mejor en la foto. Ellos son mi alimento. Con ellos pago la cuota del colegio de mis hijos y el geriátrico de mi padre. Antes que lo pregunten, lo digo: no siento culpa ni pena. Para eso están mis pesadillas. En ellas pongo las cosas en su lugar. Allí a los únicos que no toco es a mis muertos. Allí mi corazón es un cuadro mal colgado y sólo ellos, si quieren, pueden ponerlo en su justo lugar.

La espera - Senén Rodríguez Perini, Barcelona, España

Lentamente fueron llegando a la capilla. El tiempo gris, lluvioso, acompañaba los acontecimientos – como siempre pasa – hacíendo todo mas difícil. Tantos días de frío y humedad congelaban los mármoles del cementerio. Juan los estaba esperando pacientemente desde hacía varias horas, con su mejor traje, camisa de estreno, corbata al tono, impecables zapatos clásicos perfectamente lustrados y cuidadosamente peinado para la ocasión. Cuando llegaron no tuvo reclamos para nadie, no se molestó por la espera, le sobraba paciencia. Él estaba en el cajón.

El vigilante dormido - Pablo Costa, Buenos Aires, Argentina

Tenia que salir del cráter. Solo gas en el aire. El piso de metal era frío, como nieve estando descalzo. Me quedaban poco minutos de vida. Prefería morir antes que seguir padeciendo tanto dolor.
No se como llegué hasta aquí, viajé durante días, tal vez minutos...no lo se. Recuerdo haber estado en un camino, cuando sin pensarlo seguí avanzando hacia el horizonte infinito. Me dejé guiar por un pájaro que parecía una señal, el batir constante de sus alas, no parecía cansarse.
¿qué buscaba? no lo recuerdo.

Algunas veces exploramos nuestra conciencia y nos perdemos en ella, sin saber que es nuestra, sin saber que somos los únicos habitantes de nuestras mentes. Si existe un lugar privado, solitario y desconocido es la propia conciencia. Esta ahí, sólo hay que saber descifrarla. Limitarse está en cada uno, perderse también.

Por eso me dejé morir ahogado en mi propia ignorancia.

El Derrumbe-Elisabet Cincotta/Argentina




Muere ante los ojos el antiguo edificio, sus cimientos se desgranan por el tiempo. Ruidosamente se repliegan las paredes, cada caño se retuerce. Muere como con rabia, con crueldad muere. Vestigios acumulados de historias en sus destruidos muros sobresalen como puntas hirientes. Imposible no mirarlo, es el tiempo que ha pasado, es el fin de algunas glorias.

Me siento en la vereda de enfrente, lo observo con mi copa de vino entre las manos. Brindo por él, por su victoria... ¿yo me habré salvado?

La víctima-Loreto Silva/Chile



Desde que llegamos a la caja del supermercado se escuchan tus gritos, ahora reclamas por las bebidas, antes fue porque eran papas fritas de caja. No me importa que chilles y saques los productos del carro.


Cabizbaja y silenciosa, los recupero y se los pongo en la mano a la cajera, quien nerviosa y desconcertada los registra en la máquina. El atún habría pasado sin drama, pero compre del bueno y caro ¡lo devolviste! Nuevamente, reptando bajo tus gritos destemplados, tomo los tarros y los entrego a la cajera. Si levantara los ojos vería en su mirada profunda lástima por mí y, quizás también rabia por dejarme sojuzgar. Sigues zahiriéndome, más ahora, que viste las pantuflas que adquirí.

Ya completé la compra, pero todavía vociferas, así que, silenciosamente agrego chocolates y dulces. Por fin callas y lívido sacas la tarjeta de crédito y pagas la cuenta.

Siento como nos miran, ya sin disimulo, se lo que piensan: “Pobre tipa, ojerosa, avejentada, gorda, desaliñada, humillada y sometida por este abusador, ¡desgraciado! yo jamás soportaría que me tratasen así”.

Pero ellos no saben que tú, bien vestido, de mal genio, con tus gritos y desaires vives sometido a mí. Que soy, en definitiva, la que toma las decisiones en esta relación, que si no miré a la cajera fue para que no viese mi risa burlona. ¡Porque me río de ti!


Mi madre me lo enseñó desde pequeña, “mantén siempre endeudado a tu marido, así nunca tendrá para gastar en otra”.

Alicia Abatilli-Río de Escamas/Córdoba-Argentina


A veces creo que el dolor va haciendo crecer en algunas personas algo así como pequeñas escamas, cada vez más duras para ser penetradas.

Nada los conmueve. Los otros tendrían que saber muy bien dónde pegar para lograrlo, pero ellos se encargan que nadie lo descubra.

Cada vez que evidencian que alguien "duele", cierran esas escamas- coraza a voluntad, como para no contagiarse, para no ser vulnerables quizás.

Llegará algún día que de tanto amontonar dolor, las defensas colapsarán y ahí sí veremos cómo se van desgranando en lágrimas, hasta convertirse en un río de escamas.


DEL CUERPO Y LA MEMORIA - Eva Durán, Alemania

La noche me cubre y tú me entregas en la boca todo cuanto cabe entre tus manos. La vida es una en nosotros, en esa caricia en la cual confundo tus manos con mi boca, donde no se sí es tuya o mía esa lengua, de quién esa piel, y de dónde entonces esa mano que hace suyo un seno que está no sé dónde, porque no sé quién está arriba o abajo, ni quién cuándo o por qué, de quién ese ser que se adentra y se derrama, en el grito que hiere cuando llegas. Y respiro para atarte a ti, mi esposo, ropa henchida en el piso, silencio y cuerpo que ignoro, que abrazo, sin razones para negarme a tu cuerpo, sus tentáculos de fuego, sus cavidades de hiel. A salvo de la ciudad y sus mentiras. Los dos tan hundidos, tan perdidos y felices. Serpientes que se tragan en el beso, del beso que bebe, de dientes que se afilan en tus dientes. Enloquecida, desmadejada, abierta, hago mía cada parte de ti y de todo lo mío que tú eres, simultáneamente, deseando que quepas todo entero. Princesa en este breve y tan tuyo espacio, escenario de una historia tan pequeña. Hacia ti me extiendo, para consumir en tus nalgas el último rescoldo de la niña que nunca más volverá a ser entre tus brazos. De cuerpo a cuerpo, golpea, golpea, golpea. Senos que queman que anhelan estar en tu boca. Boca que marca y sangra. Todo ocurre para siempre en el instante. Vente ahora adentro, ahora que te amo, que soy sorda, insomne y maleable, atrapada entre tu cuerpo y la ventana, amante en el alma y en la piel. Amanece y el sueño se ha ido de mi rostro, abrazo tu espalda, feliz y extenuada, en el dulce miedo de saber que nada existe. Llega a mí la realidad, ese mundo que me arrastra hacia mi mundo. Palpo mi cuerpo para saber que sigue ahí, quiero más pero no hay caso, es hora de empezar otra vez, de tomar café cargado mientras tú mi amado extraño vas y vienes por las blancas paredes. Solo que no sabes que esta vez me quedare contigo para siempre, un segundo después del primer beso, de dejar atrás nuestra húmeda, profunda y definitiva primera noche en la oscuridad.

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Las palabras - Anaís, Las Palmas de Gran Canaria, España


Las palabras se tensan, se adelgazan, forman una pequeña línea que, a veces, se nos esconden. Viven en el viento, en la luz, en la brisa, en la espuma, cualquier rincón es bueno para ellas. Se desparraman en un torbellino sin fin que, casi, no podemos controlar y se agolpan, como olas, a la espera del papel en blanco .Son hermosas, contrahechas, antitéticas, palabras al fin, que nos llenan la vida a corazón abierto.
© AIHG