La víctima-Loreto Silva/Chile



Desde que llegamos a la caja del supermercado se escuchan tus gritos, ahora reclamas por las bebidas, antes fue porque eran papas fritas de caja. No me importa que chilles y saques los productos del carro.


Cabizbaja y silenciosa, los recupero y se los pongo en la mano a la cajera, quien nerviosa y desconcertada los registra en la máquina. El atún habría pasado sin drama, pero compre del bueno y caro ¡lo devolviste! Nuevamente, reptando bajo tus gritos destemplados, tomo los tarros y los entrego a la cajera. Si levantara los ojos vería en su mirada profunda lástima por mí y, quizás también rabia por dejarme sojuzgar. Sigues zahiriéndome, más ahora, que viste las pantuflas que adquirí.

Ya completé la compra, pero todavía vociferas, así que, silenciosamente agrego chocolates y dulces. Por fin callas y lívido sacas la tarjeta de crédito y pagas la cuenta.

Siento como nos miran, ya sin disimulo, se lo que piensan: “Pobre tipa, ojerosa, avejentada, gorda, desaliñada, humillada y sometida por este abusador, ¡desgraciado! yo jamás soportaría que me tratasen así”.

Pero ellos no saben que tú, bien vestido, de mal genio, con tus gritos y desaires vives sometido a mí. Que soy, en definitiva, la que toma las decisiones en esta relación, que si no miré a la cajera fue para que no viese mi risa burlona. ¡Porque me río de ti!


Mi madre me lo enseñó desde pequeña, “mantén siempre endeudado a tu marido, así nunca tendrá para gastar en otra”.