José López Romero- Santa Fe-Argentina

POR EL AGUA BUENA


Ella apareció pelando una mandarina, y yo, en una mirada de silencio, hice una lectura idiota de mi fantasía.
Afuera, entre el gris y el verde limpio casi de primavera, un cacharro se inundaba y las aureolas de la lluvia arrimaban su naufragio de pequeñas oleadas a mis vidrios solitarios. Antes había pasado por la planta que una vez pintó María, y sonreí por la valiente paloma acurrucada en el nido dando calor a sus huevos sin importarle lo que de las nubes caía.
“Como una piedra llevada por la corriente”, dijo el estribillo de Dylan flotando en mi pensamiento ausente demasiado tiempo y ya no me detuve.
Descolgué del aire algunas palabras y di tono verde al teléfono que me debía respuestas aunque no pude resolver nada con inteligencia.
“¡Che, deberías saberlo!”, me gritó Charli desde la radio.
Impulsivamente contesté que las piedras no son pan y las simulaciones nos delatan. Que humanamente no somos la gran familia de nuestros pregones, pues a pesar de tantas mentiras no hemos inventado días mejores.
Todo tiene su motivo, aduje sin pasión, pero disolver estas cavilaciones con una explicación lógica ya no fue posible ni sonaba interesante.
Algo pasó sobre mí dejando la magia venerable, que vestida con la camisa desteñida de un día manso no se define ni cambia nada.
Aún estoy aquí despertando a la transición del alma, de donde supongo nacerá un cuento de aquellos que llegan tal cual irrumpe de la nada la primera flor.
Lo estoy escribiendo y es una buena señal.
Ya no pronunciaré ideas en calidad de ninguna cosa.
Dejaré que el curso de mi mente haga lo suyo.
Es una lista primaria y me atrevo a intuir, que esta botella navega por agua buena y tocará playa para que mis mensajes no sigan huérfanos ni tan vacíos.