Rodolfo Zamora Damonte -San Juan

Negativa, Inevitable, Cotidiana


Ella tenía la particularidad de hacerle sentir a los transeúntes el desgarro de 16 o 17 ocasos, a nadie le interesaba realmente sobre sus desgracias, solo importaban sus impresionantes piernas y trasero aunque como no era prostituta solo la mirada lasciva era su compañera negativa-inevitable-cotidiana. Yo la miré en más de catorce oportunidades, me hubiese encantado tocar sus piernas, besarlas y lamerlas, a mi hermano menor también pero como la timidez siempre nos jugó una mala pasada un día decidimos matarla. Ella vivía en esa esquina así que su ubicación sería sencilla, sus padres no estaban nunca y su hermano vivía en la entrada de la facultad de derecho.
Era sábado y nos dirigimos ahí con nuestro auto prestado por papá, vigilamos su posible salida y cuando esperaba el taxi para ir a la matinée la interceptamos pegándole con un palo en el medio de su angelical cabeza-cabellera-fontanela ya cerrada mucho tiempo atrás. La subimos al baúl del auto y conducimos rumbo a la iglesia protestante en construcción. Al llegar notamos que ella aún dormía del manso golpe propinado, la bajamos y antes de que despertara decidimos cumplir con nuestro deseo, por ello, yo tome una pierna, la derecha, y mi hermano la izquierda, tocamos, besamos y lamimos con éxtasis, sin preocuparnos por la comodidad ya que al cortarlas cada uno fue a un sitio diferente a realizar el acto.
Lo que realmente nos impresionó fue su despertar y su desesperación al comprobar que no tenía sus miembros inferiores donde debían estar sino en nuestros miembros superiores, agarrándolos y besándolos. Sus gritos impidieron que nos siguiéramos divirtiendo, le tapamos la boca con varias vueltas de cinta adhesiva y prendimos una fogata. Una vez encendida tiramos las piernas al fuego, sentimos que ella lloraba al ver sus piernas perderse en el humo. Habíamos llevado alcohol para desinfectarle las heridas por no sé que acto altruista, vaciamos un litro en un balde y se lo arrojamos en sus nuevos muñones, queríamos que siguiera viva un rato más pero también queríamos abrirle su estómago. Lo hicimos y creo que se desmayó ya que no volvimos a oírla, sus órganos eran entre rosados y bordó. La policía llegó y nuestra diversión concluyó con una noche detenidos, nuestro papájuezresponsabledelordenimperante nos quitó toda posible amenaza de antecedente y retornamos a casa, a nuestros estudios, a nuestras normales vidas, sin tener que preocuparnos más por el éxtasis sexual que nos provocaba esa maldita estatua de la esquina.