Carlos Acuña (Maturín, Monagas Venezuela)

Planta


Al romper el concreto, un momento antes, todo era un pequeño cotiledón que los críticos y sus innumerables caminatas, hacen sobre el set de grabación. El director dice corte, y todos aplauden; la actriz principal muere y la sangre llega al orificio fracturado por las raíces; la seriedad del acto bifurca los rayos del sol y presionan a Martín por la comida. Una voz en off sugiere una segunda toma, todos corren a sus posiciones y sin que nadie escuche, la primera figura hace sombra sobre el cemento. Días después, el primer pecíolo se estira sin contemplación tras el silencio mandado por la producción. César viene corriendo y todos, absortos con sus indicaciones, pierden a la denominación dada a todo vegetal.



Último Acto


El Tendón se acomoda a su nueva misión, el ajuste ocurre cerca del final del Último Acto. Antes, en el preciso instante en que la mano quiso pensar, los pasos vienen a darle una segunda oportunidad. Una excusa de cierto tipo, recurre a silenciar una pequeña visita de los soplos; el paréntesis que las venas llenan de repente, suprime al órgano motor, el pecho se ensancha y la camisa de estampados vinotinto, sugiere una nueva capacidad de horas. El porcentaje de segmentos y pausas, perfecciona de una vez y para siempre, la clausura que las tablas enganchan sobre los pies de los usuarios y sus asientos. El abecedario incurre en las vía de escape, la puertas están abiertas. Cuando los aplausos inician, el Tendón se sobreexpone a una lluvia de mensajes mandados por el cerebro y de una, aprieta el encendedor de las luces del teatro.



Suma


Una parte de la expectación era encarnada por la voz del carbón, su tenue extrañeza era una sutil protuberancia nacida para arrancar del silencio, el eco que esconde su centro. Nunca encontré la manera que los números de alguna forma, corrieran desde mi lado crítico, hasta la pulpa que se acumula entre mi ácido. En circunstancias alternas, los días sueltan esa entrañable nobleza con que mis manos, desde niño, suman peras y manzanas.



Ella, Nosotros y la lectura


Ella, era la soledad de nombre, se espera que lea todo y Nosotros, los de acá, los que lamentablemente no podemos leer, vamos a estancar nuestros cuerpos en alguna silla cercana. Ella, era la de los libros, se espera que inicie dentro de un rato, los de acá, los que ahora están en las sillas, la vemos escoger uno de sus tantos ejemplares. Ella, juega a dormir, su sueño es con Nosotros, los mismos que acá soñamos con ella.

El libro cerca de su cuerpo, se parte, las letras caen y empieza la caminata, una fila de hormigas negras le cruzan el pecho y, lentamente, Nosotros, lo que no podemos leer, vemos como la estrangulan. Las letras hechas insectos, le pasan el cuello y su cara, la mastican cómo los hongos de su colmena. Nosotros, despertamos. Ella, reducida a una niña de unos tantos años, no puede leer más que su nombre en la habitación que le han designado, desde hace varios días, en el Hospital Central Psiquiátrico, en el cual, Nosotros, en nuestras sillas, seguimos a la espera de la lectura.