FEDERICO LAURENZANA

Tribales

Entre figuras y personas caben líneas, rectas o curvas para representar o ser. Se pueden reemplazar la mayoría de las veces porque llegan a ser lo mismo; ser una figura de una persona mediante líneas rectas y curvas, o una persona con las suyas.
No cabrá mencionarte mi perdón cuando pude impedir una batalla entre tribus indias. Vos lo hubieras deseado aunque ya pronto te preguntes el por qué, el motivo de tan bélico desenlace. Y supondrás que pudo haber sido evitado.
Indios guerreros eran aconsejados por un brujo para asediar durante la noche sobre la meseta a los enemigos. Indios guerreros descansaban sobre los prados hasta oír los pasos de tantos hombres sobre ellos asediando durante la última noche que iban a ver.
Cuando todo era polvo, seca tierra sangre aire, nada se diferenciaba.
Entre figuras y personas cabían líneas, rectas o curvas para poder representar ambos bandos. Reemplazaba sus contornos empleando el pincel, haciendo tribales sobre un cuero añejo y próspero. Hacía un retrato de lo que no debía estar sucediendo, ocurriendo sobre el mísero lienzo.
Rectas que se entrechocaban de menor o mayor espesor contra los límites del cuero eran los problemas. Estas líneas debían morir, terminar sin poder escapar de su fatal desenlace, debían hacerse curvas (las menos de las veces). Curvas anudadas junto a la superioridad de los gritos de cuanta victoria se alcanzara, se desanudase prohibiendo la continuación de penurias. Llantos de segmentos, de trazos estirados para no ceder desfallecían cuando el polvo, seca tierra sangre aire, desaparecía.
Donde todo podía ser visto y diferenciado, se veían ambas tribus agonizando junto a los últimos golpes dados para sobrevivir.
Esperanzados no estaban. Ya los pocos que quedaban caían exhaustos mientras me acercaba. Advertía que de lejos mejor los percibía, o al menos de otra forma, por más que esta vez necesitara acercarme. No me sentía ni observado ni esperado, como si no residiera en ese mundo de matanzas, de tanta tinta envenenada. Sentía que hacía mal en aproximarme y oler furia, oler flechas, oler papel.
Nadie ni nada se había alterado mientras volvía a mi tronco, mi silla. La representación era tan exacta que cualquiera podría confundir la realidad con el dibujo, las tribus con los tribales. Hasta yo mismo.
Quieto, quedé admirado entre figuras, entre personas.
Reemplazaba las más de las veces con líneas rectas o curvas a la realidad o a los dibujos, al campo batallado o al cuero que como papel filoso perdurará estableciendo la inmortalidad de cada grito de muerte, de arte plástica.
No cabrá mencionarte mi perdón, es que no sé el motivo.