ANA MARÍA MANCEDA , Argentina

SOLEDAD.



Seguí a mi marido, muchas situaciones confusas me llevaron a extremar los celos.

Ahí, en el medio de la ruta estaba su coche. Bajé, solo se veía el rodar de los coirones empujados por el viento sobre los pastos secos y muy a lo lejos una casa de campo. Paisaje inhóspito, vacío. Entré al auto. Nadie, pero mi cuerpo lo sintió. El perfume a nardos de mi amiga ocupó para siempre cada espacio de mi soledad.