Mientras volaba sentía sobre su cuerpo cómo corría el viento cálido nocturno. Todo a su alrededor era oscuro, negro y sólo lo guiaba una luz brillante. Ella lo atraía para sí, lo atrapaba. A él le gustaba esa sensación que lo enceguecía. Se veía, a su vez, urgido por irse, quería escapar y dar la espalda a los rayos luminosos que lo requerían. Era una situación apremiante. Y él no deseaba apartarse de ella. Era un enamorado de esa encandilante fluidez, que en medio del telón negro, parecía un faro para un argonauta. Tratando de decirse así mismo "no", revoloteaba con suma rapidez proyectando espirales, círculos y tirabuzones aéreos. ¡Era toda una maravilla!
Sin sospecharlo siquiera, absorbiendo todo eso, agradable y lumínico, no trazó bien sus cartas de navegación espacial. Sin desearlo, entró en un pozo cilíndrico, invisible, silencioso y quieto, y sólo se percató de ello cuando toda su masa aerodinámica sintió una pared dura, transparente y muy fría, sobre la cual, aterrado y repetitivo, chocó varias veces. Su obstáculo era perseverante; no se apartaría del camino de ese intruso volador. Permaneció allí, callado e inmóvil.
Él, en su afán por escapar, no pensó en la salida: subir hacia la oscuridad del cielo, ese escenario nocturno, que se posaba sobre él como esperándolo.
Estaba demasiado enceguecido como para esquivar situaciones peligrosas. Intentó la suerte descendiendo por el tubo, y algo menos duro lo frenó. Algo líquido y casi pegajoso para él y más frío aún. Tuvo la ventaja de ser liviano, poco denso y flotó. Estaba muy aturdido. Logró moverse sin sentido determinado. Probó el líquido que le pareció algo dulce, pero no podía comprender qué era. Agua no, la conocía bien, sin embargo ella estaba incluida, le era familiar el gusto.
Trató en vano de zafarse de esa extraña red. El líquido untuoso prácticamente lo inmovilizó. Se sentía asqueado por ese sabor dulce que le quemaba las entrañas. ¡Pobre volador!, ya nada lo sacaría de esa situación. Rápidamente comenzó a pensar en sus compañeros, en su familia y en todos los vuelos que había realizado esquivando, en su corta vida cualquier problema aéreo.
"Pero esto". . . – pensó- "esto es muy extraño". . .
Y a medida que pasaba el tiempo se fue debilitando más y más. "Todavía soy joven –se dijo a sí mismo- ¿por qué esto, ahora cuando más esperan de mí?"
Al rato, una mano fría y lisa, como una especie de pala, se acercó suave, pero firmemente hacia el pobre intruso. Lo tomó decidida y la víctima se dejó llevar sin vida. Lo dejó tranquila sobre un plato.
Y alguien, dejando la cucharita dijo:
- ¡Ah!, por fin saqué el bicho, ahora me tomo el jugo de frutas.
Sin sospecharlo siquiera, absorbiendo todo eso, agradable y lumínico, no trazó bien sus cartas de navegación espacial. Sin desearlo, entró en un pozo cilíndrico, invisible, silencioso y quieto, y sólo se percató de ello cuando toda su masa aerodinámica sintió una pared dura, transparente y muy fría, sobre la cual, aterrado y repetitivo, chocó varias veces. Su obstáculo era perseverante; no se apartaría del camino de ese intruso volador. Permaneció allí, callado e inmóvil.
Él, en su afán por escapar, no pensó en la salida: subir hacia la oscuridad del cielo, ese escenario nocturno, que se posaba sobre él como esperándolo.
Estaba demasiado enceguecido como para esquivar situaciones peligrosas. Intentó la suerte descendiendo por el tubo, y algo menos duro lo frenó. Algo líquido y casi pegajoso para él y más frío aún. Tuvo la ventaja de ser liviano, poco denso y flotó. Estaba muy aturdido. Logró moverse sin sentido determinado. Probó el líquido que le pareció algo dulce, pero no podía comprender qué era. Agua no, la conocía bien, sin embargo ella estaba incluida, le era familiar el gusto.
Trató en vano de zafarse de esa extraña red. El líquido untuoso prácticamente lo inmovilizó. Se sentía asqueado por ese sabor dulce que le quemaba las entrañas. ¡Pobre volador!, ya nada lo sacaría de esa situación. Rápidamente comenzó a pensar en sus compañeros, en su familia y en todos los vuelos que había realizado esquivando, en su corta vida cualquier problema aéreo.
"Pero esto". . . – pensó- "esto es muy extraño". . .
Y a medida que pasaba el tiempo se fue debilitando más y más. "Todavía soy joven –se dijo a sí mismo- ¿por qué esto, ahora cuando más esperan de mí?"
Al rato, una mano fría y lisa, como una especie de pala, se acercó suave, pero firmemente hacia el pobre intruso. Lo tomó decidida y la víctima se dejó llevar sin vida. Lo dejó tranquila sobre un plato.
Y alguien, dejando la cucharita dijo:
- ¡Ah!, por fin saqué el bicho, ahora me tomo el jugo de frutas.