SOY INCONFUNDIBLE, Ana Lucía Montoya Rendón, Colombia.



Nada la puede abatir, ni el más recio vendaval, ni las más oscuras dudas, ni los crudos y descarnados comentarios.

Ella, construida sobre bases firmes no necesita más que el pensamiento, ese es su punto de apoyo básico, la viga maestra donde se apuntala el edificio.

No reconoce el ayer, ni el mañana, para ella solo existe el eterno ahora. No calla por más que los labios le sean arrancados, siempre tendrá una forma especial de decir:

“Aquí estoy, mírame, soy yo, tu me reconoces aún en medio de la oscuridad, sin siquiera hablar, presientes la línea que deja mi huella, la hueles y también la hoyas, soy sinceramente tuya, yo soy quien entiende tus desvaríos y también tus euforias.

“Soy la Lunita llena que se cuela por tu ventana para soplarte ensueños. Mírame fijamente, reconóceme, porque puedo ser esa lluvia de estrellas fugaces o la cola de un cometa que hace siglos pasó y que aún te recuerda”.

“Soy el Sol, que a las primeras horas del día, cuando se despide de sus amigas, Alba, Alborada y Aurora, quien te busca y te acaricia con lengua fogosa para que despiertes feliz”.

“Eso y mucho más soy y puedo llegar a ser porque yo soy la mejor de todas las hembras que has conocido, que conoces y que conocerás.

“Soy yo. ¡La Amistad!”.


Boceto - Ana Lucía Montoya Rondón, Colombia

Dibujo con mis dedos tu silueta para grabar en mi memoria cada trazo…

Estoy temblando. Es fascinante. Me enfrento a uno de los bocetos más bellos que haya hecho.

Recorro tu frente suavemente, con mi diestro y tembloroso dedo índice, hago trazos tenues antes que se esfume la visión. Por ósmosis empieza la transmisión de una nueva energía. Me complazco largo tiempo en ella. Quiero hurgar en tus pensamientos, en tus ideas, en tus sueños. No los resisto. Son un arsenal de fuego. Me caldean. Se afincan en mí como dagas al rojo vivo.

Respiro. Suspiro. Exhalo aire ardiente.

Mis dedos inquietos por beberte, hacen trazos sobre tus cejas, ojos y el contorno de tu rostro. Bella, cerrada y bien cuidada barba. Hombre... Ese hombre, este hombre... mi sensualidad de nuevo. Siguen estos dedos hurgando cada espacio. Van hacia el nacimiento de tu nariz. Encuentro una terca depresión entre las pobladísimas cejas. Me quedo buen rato tratando de encontrar el tercer ojo. Mi dedo alisa amorosamente una y otra vez, buscando la fuente de luz que ilumina tu mente. Placida me voy sumergiendo en dulce letargo. Sueño que soy la emperatriz moradora de esos reinos, que sentada en el centro, domina y es querida, que puedo meterme y vivir como si fuera uno contigo.

Despierto del ensueño.

Sigo dibujando. ¡Ah! Tu boca... Tu bigote acaricia mi mano. Una vez y muchas más. El dorso de mi mano sobre él. Plenitud del goce. Pero la sensación que tu boca me produce no se compara con nada que antes hubiese sentido. Fue ahí donde encontré lo que buscaba. Dedos locos. Sintieron mucho ardor. Siguieron cuidadosos hacia las comisuras. Suave, suave… Mi boca no aguantó la espera. Tomó delicadamente tus carnosos labios. Fusión. Remolinos. Niebla. Viaje. Tu hermosa cabeza entre mis manos. Tus ojos cerrados. Respiración lenta. Solaz. Arrobamiento. Silencios...

¡No más! ¡No aguanto más!

Arduo y tentador trabajo, o ¿Tentador modelo? Qué delicia dibujar seres de luz o Quijotes.

Quijotes buscando Dulcineas. Dulcineas queriendo ser las damas de los sueños de augustos y afiebrados caballeros de mágicas figuras.

Boceto terminado.

Dibujo al carbón sobre lienzo. Figura de ángel de luz. Otro de mis sueños. Firmado en la mañana del 23 de abril, conmemoración del Día del Idioma.


Rutina de Viaje, Fernán S. Banda, Santiago, Chile

RUTINA DE VIAJE

He desarrollado una rutina ganadora. Todos los días me subo en la misma estación, a la misma hora, en el mismo vagón y por la misma puerta. Así he maximizado la probabilidad de encontrar a la mujer de mis sueños. En mis sueños ella no sigue estúpidas rutinas.

Luis Felipe Belloso, España

Nacieron enamorados, pero una jugada del destino los separó, y los condeno a vivir siempre separados. Pero era tal el amor que se tenían, que el siempre la perseguía, la iluminaba, e influía en sus estados de animo... Cuando se veían, aunque fuera de muy lejos, ella desprendía una luz.. hipnotizante, casi cegadora.
Muchos han sido los que de ella se han enamorado, yo creo que todos, cuando menos una vez en la vida. Yo me confieso enamorado de ella, de su brillo, de su misterio, y que cuando más cerca esta de su amor, más atraído por ella me siento.
Me han dicho, que cada cierto tiempo, ambos se esconden, nos privan de su luz, y desatan toda la pasión de su amor..., luego se vuelven a separar, pero la fuerza de esa maldición, se rompe una y otra vez, saben que jamás podrán estar juntos para siempre, Y sufren... pero no por eso, dejan que esa pasión y ese amor desaparezca...
Y siguen persiguiéndose como dos locos enamorados, y ella se deja querer, y muestra sus sonrisas... y en su cara oculta, aquella que nadie ve, lleva tatuado, el amor que le robaron al nacer.
Y el, con el fuego de la ira, castiga a quien de ella se enamora, y la sigue iluminando, y cada vez mas hermosa, la sigue buscando, cada año, cada mes, cada día.... cada hora.

El tunche - Julia del Prado, Perú

El tunche visitó la casa de Serena, abrió la cerradura con una tarjeta de esas que se usan para llamar por teléfono. Entró a su dormitorio, ella no estaba, así que sólo pasó, trató de no dejar huellas. Y en esa su fugacidad al salir, silbó: Fi fi fi fi finnnnn, finnnnn.

Julia del Prado (Perú)


El Tunche es un personaje que nunca se ha visto pero que existe. No tiene representació n visual, pero se le imagina como un pájaro nocturno. Su silbido es dulce y melancólico; si silba corto es un alma en pena que te acompaña; si largo, es un espíritu maligno que te acecha y presagia desgracias y muerte. Parte del folclore de la selva peruana, el Tunche es una presencia temida y respetada

GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA, Juanca Vecchi, Olavarría, Buenos Aires, Argentina


Se sufría el sol del mediodía y el verano tenía olor a pollo olvidado en el horno.

La sombra tambaleante se desprendió del hombre y siguió caminando hacia adelante, indiferente al asombro de los transeúntes; a medida que se alejaba del ancho y transpirado cuerpo, perdía su humana oscuridad.

—¡Dale, che! ¡Apurate que tengo mucha sed! —gritó el hombre, pero la sombra mantuvo su paso lento y zigzagueante— ¡Y decile a José que la anote, eh!

El hombre la siguió con la mirada hasta que ella traspasó la acostumbrada puerta de la cantina; entonces ancló su pesado cuerpo al oportuno banco de la plaza.

Desparramado se quedó el hombre, experimentado catador de la piedad humana; esperando el regreso de la sombra y otra copa de vino.