JUANCA VECCHI

QUIROMANCIA


Con ojos seriamente redondos, la mujer leyó la mano temblorosa de Zacarías y predijo con voz de sótano clausurado.
-No se me entusiasme en programar mucha cosa para la semana que viene...
Zacarías desprendió como pudo los ojos de sus manos -éstas ya no temblaban, ahora tosían de miedo -; después, como pudo II, retiró sus dos manos de la mano de la vidente que las sostenía. Zacarías no dijo nada. Se levantó de la silla, como pudo III, y desapareció de la extraña habitación como laucha por tirante.
Para el domingo de la semana siguiente, Zacarías seguía vivito y coleando, e incluso sabiendo por qué la mujer le había recomendado aquello de no programar nada ya que no encontraba la agenda personal por ningún lado.

Stella maris taboro

Mi amante secreto


Siento al poema como a un caballero gentil que me acosa, su aliento seductor me lleva a la locura.
Cuando en noches clara de luna me susurra al oído... yo sucumbo y nos amamos hasta nos, casi eternamente. Pero cuando las noches son cerradas en su manto de oscuridad, el llega en un corcel y me rapta llevándome a mundos que nadie imagina pero sólo él y yo conocemos.
Tiene sus brazos casi atléticos, me anima personalmente en cada resplandor del día dotado de emotividad. Late conmigo al unísono .Giramos sin cesar impulsados por al diosa inspiración.
Me confesó que tiene celos del lector, porque posará su mirada en mis escritos. El guarda mis formas, mi esencia y mi ser. Me lleva a rincones de musas y las hace bailar y cantar sólo para mi.
Este amante secreto que me lleva por senderos de letras, este caballero amoroso, es el único que prometió, expirar conmigo...

Pascual Marrazzo

escalera

En la estación de Cipolletti hay una escalera abandonada. Escalera del Ferrocarril Sud. Si pudiera levantarla, si tuviese la fuerza necesaria, la elegiría porque es muy larga y descansa en el desierto. La subiría mil kilómetros arriba de las nubes.
Si cada durmiente despertase. Si cada uno recordase su vida, allá en los quebrachales del norte. Si se arrepintiesen de la sumisión y se rebelasen de dormir entre las piedras. Entonces, con la fuerza de ellos y las mías, lo intentaría.
Si cada riel, espejado en el llano pellejo de su lomo dejara de mirarse en el cielo y buscase alcanzarlo. Entonces; entre la fuerza del acero, del quebracho y de mi sangre, llegaría.
Lo haría, sí, trepando. No podría ser más lento que ahora, me llevaría: los pasos a niveles y las barreras; los timbres y las luces para dejar pasar a los pájaros y no dejaría cruzar a los satélites espías.
Cobraría peaje a los santos que nunca supieron lo que es vivir en Cipolletti y a los cuervos que nunca tuvieron que pagar el IVA.
Y, cuando llegase a la última garita, me pondría de banderillero, con la banderita roja de peligro, avisando que llegó el final.

JOSÉ MARIO CASTRO

POETA


El poeta eligió el poema. Luego la palabra. Luego la letra. Fue metiéndose, probando el agua, naciéndose su otro.


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PIEDAD


El ciego pide piedad: abrió tantas ventanas en su alma que ahora está siempre de día.

Mario Capasso

fines de octubre, más o menos



En esta época ya se empieza a escuchar la frase, cómo se pasó el año, se fue volando.
Entonces imagino que nuestro tiempo es un pájaro que nunca se detiene, que vuela siempre hacia el futuro, a veces más rápido y otras veces más lento. El viento, pienso, es su amor imposible, que por momentos lo impulsa y por momentos lo frena. Imagino también que el pájaro no conoce su destino, y que en cualquier momento se encontrará con una ventana cerrada.