Pascual Marrazzo

escalera

En la estación de Cipolletti hay una escalera abandonada. Escalera del Ferrocarril Sud. Si pudiera levantarla, si tuviese la fuerza necesaria, la elegiría porque es muy larga y descansa en el desierto. La subiría mil kilómetros arriba de las nubes.
Si cada durmiente despertase. Si cada uno recordase su vida, allá en los quebrachales del norte. Si se arrepintiesen de la sumisión y se rebelasen de dormir entre las piedras. Entonces, con la fuerza de ellos y las mías, lo intentaría.
Si cada riel, espejado en el llano pellejo de su lomo dejara de mirarse en el cielo y buscase alcanzarlo. Entonces; entre la fuerza del acero, del quebracho y de mi sangre, llegaría.
Lo haría, sí, trepando. No podría ser más lento que ahora, me llevaría: los pasos a niveles y las barreras; los timbres y las luces para dejar pasar a los pájaros y no dejaría cruzar a los satélites espías.
Cobraría peaje a los santos que nunca supieron lo que es vivir en Cipolletti y a los cuervos que nunca tuvieron que pagar el IVA.
Y, cuando llegase a la última garita, me pondría de banderillero, con la banderita roja de peligro, avisando que llegó el final.