Siendo algo totalmente inevitable, vino a ser testigo de una tragedia que parecía flagelarle los ojos; y es que creyó cruel e injusta esa transformación de su silla en un almohadón roto, sus platos de vidrio en hojas de diario y la cama en una pila de cartones sobre el suelo, y en éste, los mosaicos que se vieron sustituidos por tierra.
Al frío no lo había notado, pero sucedida la secuencia de la metamorfosis supo que siempre estuvo allí, y que de haberse podido cubrir con algo nada hubiera cambiado. El frío fruto de la preocupación, el frío al escuchar el eterno llanto de la beba, el frío que le venía con el miedo. No, no era cuestión de abrigo.
Así, se dio prisa a poner en práctica su mejor solución. Volvió a cerrar los ojos, de nuevo el plato de vidrio, los mosaicos con florecitas y la silla de madera y la cama de dos plazas. Estaría cálida, hasta que se repita el rugido del estómago y todo se transforme otra vez.
Al frío no lo había notado, pero sucedida la secuencia de la metamorfosis supo que siempre estuvo allí, y que de haberse podido cubrir con algo nada hubiera cambiado. El frío fruto de la preocupación, el frío al escuchar el eterno llanto de la beba, el frío que le venía con el miedo. No, no era cuestión de abrigo.
Así, se dio prisa a poner en práctica su mejor solución. Volvió a cerrar los ojos, de nuevo el plato de vidrio, los mosaicos con florecitas y la silla de madera y la cama de dos plazas. Estaría cálida, hasta que se repita el rugido del estómago y todo se transforme otra vez.