MUCHACHAS CON BAR AL FONDO
Sus pestañas aerodinámicas sobresalen en la oscuridad de los escaparates. Traspasan diestramente los altercados de los deseos que imaginariamente poseen sus fuentes de infelicidad -y son felices- las palabras que alcanzan a sobreponerse ante tal inusual sorpresa. Mirando sus labios hermosos, perderse en la furiosa luz del accidentado paisaje del nocturno boulevard.
Evas de la ancestral estirpe, diamante pulidos por el más viejo oficio frente a los ...ojos de los hombres que las contemplan. Madres del mismo fulgor del fuego que abrazamos con las manos desarraigadas del instintivo origen. Nuestros dedos escalan sus pezones -como alpinistas eróticos- deseosos de caer al precipicio de sus días.
Sus pestañas aerodinámicas sobresalen en la oscuridad de los escaparates. Traspasan diestramente los altercados de los deseos que imaginariamente poseen sus fuentes de infelicidad -y son felices- las palabras que alcanzan a sobreponerse ante tal inusual sorpresa. Mirando sus labios hermosos, perderse en la furiosa luz del accidentado paisaje del nocturno boulevard.
Evas de la ancestral estirpe, diamante pulidos por el más viejo oficio frente a los ...ojos de los hombres que las contemplan. Madres del mismo fulgor del fuego que abrazamos con las manos desarraigadas del instintivo origen. Nuestros dedos escalan sus pezones -como alpinistas eróticos- deseosos de caer al precipicio de sus días.
Ellas son las mujeres pájaros sin plumas. Con largas piernas de musgo vaporoso. Magdalenas de la apoteosis nocturna, que esconden en la redondez de sus glúteos, el secreto de las palpitaciones -y en su silencio- la nomenclatura de la música.
Daniel Montoly
Daniel Montoly