Mía quería estar
cerca de Dios.
Las nubes empezaron a
amontonarse como queriendo ocultar la única ventana al infinito. Se sentía
triste.
No se bancaba el
amor.
Siempre eligió mal.
Ayer, hoy y mañana,
siempre.
Llovió.
Toda la noche llovió
como si alguien llorara.
Mía se puso el impermeable,
salió a la vereda, se sentó en la garita de esperar los colectivos y se quedó
toda la noche ahí sola,
bueno...no tanto.