Cruzando casualmente la vidriera, sus miradas se encontraron.
Fue un flechazo.
El perro se aproximó, agitando caderas y cola, como un rito africano.
El hombre hizo el cuchi-cuchi de siempre con el que creía imitar a un bebé.
Siguieron un rato.Ya estaba decidido.
Entró al negocio.
Cuando el empleado se acercó, le dijo:
-Una pregunta, ¿A cuánto está el humano?