Humberto Manuel Botana

¡¡¡¡¡¡Qué nostalgia!!!!!!!!,
recuerdo los carnavales en el club San Lorenzo sobre la Avda. La Plata, donde
robé en los sesenta un beso bajo los tablones de la cancha de futbol. A veces
paso por el súper Carrefour que hoy ocupa ese predio y entro sólo para sentir
aquella emoción y me quedo absorto donde está hoy la panadería ( imaginando el
mismo lugar de entonces) viendo volar a mis dieciséis años llenos de adrenalina
y las voces Gigliola Cinquetti, Los Panchos, Charles Aznavour y tantos otros.

Hace nada más que cincuenta años!!!!!! que lo
parió mendieta, debió ser fuerte ésa emoción ya que la recuerdo como si fuera
ayer, la siento en la piel y por un segundo mejor dicho milésimas de segundo la
alegría llega a las más recónditas partes de mi cuerpo.

Eran quince minutos no más y volvíamos a las
pistas descubiertas, ella acomodándose el vestido para que la mirada
escrutadora de la madre notara lo menos posible las consecuencias de la
"chapada" y nos íbamos despidiendo con un "nos vemos
mañana?"que le decía con no disimulada ansiedad y la respuesta enmarcada
con una picara sonrisa " puede ser, si mi mamá me trae".

Ahí quedaba todo, no existía facebook,
celulares, twitter, todo quedaba librado a la suerte o al destino, era una
moneda al aire, que muchas veces me caía de canto. Te reunías con la
"barra" de amigos, risas anécdotas, y si te veían ensimismado porque
no participabas te entraban a cargar porque se daban cuenta que te habías
pegado un metejón. Y así desandábamos las cuadras a pie de Avda La Plata y
luego Caseros, para volver a la esquina del barrio.

Volvías al día siguiente con toda la emoción,
el corazón latiendo, con la mejor camisa, que siempre estaba gastada pero
limpia y planchada, afeitado con brocha y jabón, sin desodorante y solo algunas
gotas prestadas por un vecino de "Colonia La Franco-Inglesa), y ella no
iba................y el mundo se detenía y empezabas a dar vueltas y vueltas,
era una noche perdida, era un golpe de "nocaut", recién a la tarde
siguiente con el desafío al futbol sobre la calle empedrada, y la alegría
indescriptible de reventar con un palo de escoba una válvula de presión de agua
de los bomberos y disfrutabas por diez minutos bailando en el chorro que salía
de la vereda con fuerza y se elevaba al cielo, la sirena del autito policial
terminaba la fiesta y a correr...

El Sábado todavía con esperanza paseabas la
mirada buscando a la "Mary" que era lo único que sabías de ella, más
allá de haber sentido el corpiño armado con alambre, y el golpe final, la
descubrías al terminar la noche bailando los lentos en una baldosa con un flaco
al que odiarías por toda la eternidad, bah, no tanto, solamente hasta el
próximo carnaval que renovaría las esperanzas.