GABRIELA AGILDA, ARGENTINA

PROHIBIDA



Oculta, fragmentada a mi antojo, con los puños repletos de caprichos rotos. Agazapada, disfrazada de humo, me retuerzo en tu mirada ausente y deseada. Me invento suspiro a suspiro, y te espero. Vuelvo al punto de partida. Camuflada. Una vez más, herida. Nadie me ve porque soy nadie. Agotada, arrastro mi grillete de oro mudo. Harta...Harta de envenenar momentos para que no nazcan de ellos sueños muertos. Oculta, sin pasado ni credo. Anónima. Habito en ti, y sólo tu amor fecunda mi letargo En mi celda te pienso, confinada en mi infierno. En él atesoro mi nada y tu todo. Allí, mi desnudez ciega implora tu presencia, pero no llegas. Sólo tú sabes quién soy. Un destello de tu voz me lo dijo aquella vez, cuando me susurraste en tu desesperado y único beso imaginario el nombre de los tres arcángeles. Descifrando enigmas, acuno desde entonces mi verano, pero sueño en él el hielo de tu invierno. Pronuncia mi nombre sólo una vez para que el hechizo de tiempos viejos se vuelva polvo en mi aliento.
Oculta, condenada a callar, sentenciada a maquillar secretos detrás de velos rasgados y mugrientos. Atravieso por las noches el desierto para aturdir con mi silencio la monotonía de seguir creyendo. A lo lejos, dolores verdaderos te arrancan de mi vientre sediento. Mientras el recuerdo de tu sonrisa me mantiene despierta, mi universo diminuto palpita y acaricio mi desgarro de barrotes idénticos. Pero cuando me duermo… rasguño el ahogo traicionero en mi garganta de seda y huelo en mi piel el llanto de tu promesa. Sé que sangro tu verdad, pero no me conozco. Dime esta noche quién soy: la muerte vendrá por mí, y no puedo decirle que mi nombre simplemente es...ella.