Incursión - María Pía Poretti - Mendoza, Argentina

Caminando muy despacio, se acerca cautelosa y analítica sobre el costado de la superficie lisa y blanca. Al fin llega.


Ella no escucha el grito de miedo originado en alguna parte. Indiferente, se detiene y observa la extensión bajo sus pies, brillante y cerrada, que conserva un determinado volumen de agua. ¡El lago tan ansiado! . . . Eso le dijeron. Ella lo consigue ahora.


Puede ser muy ágil con sus pies. Escalar para ella no es difícil. Con un solo movimiento puede atravesar un buen trecho de ese camino, sobre el cual no resbala y anda con comodidad. El borde –comprueba- es angosto.


Gira hacia el otro extremo y hay un abismo, logra ver el terreno, allá, bien al fondo. Desde arriba, donde está ella, lo ve de un color distinto. Más acá se ve la pared por donde ha subido recién. Vuelve la espalda, y reconocedora, pone su atención sobre el agua estancada, silenciosa y quieta. No le interesa el ruido, voces y el moverse de rápidos cuerpos que buscan algo. Ella está absorta, mirando el espejo transparente. Quisiera acercarse y se mueve prudentemente. Hoy es un día de sorpresas. Hay que cuidarse. No es cuestión de entretenerse por nada.


Así, tan calculadora, no ve venir el objeto flexible sobre su cuerpo.


Hecha un ovillo, con sus piernas encogidas, sobre el pavimento blando y lustroso, no se mueve.


La echamos sobre el agua, donde durante escasos segundos flota lentamente. Luego un sonido y una violenta cascada que mueve el agua estrepitosa, que desaparece en un agujero escondido en el fondo del lago.


Todo vuelve a la normalidad.


Más calmada, Marta, escoba en mano, limpia el escenario de los hechos.


Al fin nos libramos de la araña del inodoro.