Febrero 20, 2011
Uno tiene frente a sí las armas del pasado (algunos versos de John Donne, una pintura de Chagall, el hambre de la noche en el pueblo, una sinfonía de Beethoven, solo por citar) y sospecha que la victoria sobre los pasos de la muerte ha sido una canción, un trazo abismal en el empeño de la sangre.
¿Y qué fue de la sombra laboriosa, otro perfil compuesto en el detrás de escena del vivir con los demás? ¿Y del gusano de la vergüenza, herido y resucitado? ¿Y del amor que nunca olvida el perfume doloroso al abandonar el muelle?
Con las armas del pasado no hay luna de suicida, ni mensaje al borde mismo de la locura; simplemente aquel guiño donde mojar los labios permanece.