Thelma Kirsch


Thelma Kirsch

 

Tan sólo un relato

 

Si,

 me encontraba en un café, de aquellos que se llenan por la tarde.

 Te sentaste frente a mí con una nuez entre las manos,

 la envolvías con celofanes de caricias.

 

Eras dueño del cascanueces y yo te imitaba,

 tomé mi corazón.

 

El crujir rompió el silencio en el que masturbaste mi sueño,

 yo sangraba sobre el mantel a cuadros –quien amablemente-

escondió las manchas inesperadas.

 Tú, confeso.

 

La carne de la semilla se encontraba expuesta junto a la mía

 en esa habitación sin rincones, de diámetro indiferente;

 una crisálida a quien tan sólo yo pude inventar.

 

Fue sencillo:

 el asesinato se había consumado.

 ¿Lo ves?

 El mantel sirvió de manto a un cielo sin luna-sin azul,

 el aroma fue sonido

 y la víctima:

 esa…

¡Que más da!