JUANCA VECCHI

QUIROMANCIA


Con ojos seriamente redondos, la mujer leyó la mano temblorosa de Zacarías y predijo con voz de sótano clausurado.
-No se me entusiasme en programar mucha cosa para la semana que viene...
Zacarías desprendió como pudo los ojos de sus manos -éstas ya no temblaban, ahora tosían de miedo -; después, como pudo II, retiró sus dos manos de la mano de la vidente que las sostenía. Zacarías no dijo nada. Se levantó de la silla, como pudo III, y desapareció de la extraña habitación como laucha por tirante.
Para el domingo de la semana siguiente, Zacarías seguía vivito y coleando, e incluso sabiendo por qué la mujer le había recomendado aquello de no programar nada ya que no encontraba la agenda personal por ningún lado.