Incapacitada- María Fischinger


Era sangre de su sangre y carne de su carne, tan pequeña, tan dependiente para satisfacer sus propias necesidades y ella estaba completamente incapacitada para darle los cuidados necesarios.
Las facciones y tez de la pequeña le recordaban a los asaltantes que encontró en una esquina sentados en una camioneta verde. Volvía a revivir los maltratos, los golpes que con mucho esfuerzo bloqueaba para no hundirse en la desesperación. Una mano le apretaba la boca del estómago y sollozante comenzaba a temblar incontrolablemente.
Su madre y su hermana se habían turnado para cuidar a la pequeña, pero hacia unos días que tuvieron que reanudar su vida y ahora ella se encontraba sola con la recién nacida. Se repetía que la pequeña era inocente de toda culpa, que su corazoncito había palpitado dentro de su cuerpo.
Se prometió que mañana la atendería. Hoy como ayer no podía hacerlo. Cerró la puerta para no escuchar el llanto y se metió en ducha. Estuvo mucho tiempo como acostumbraba desde aquel día del asalto. Quería que el agua se llevara sus recuerdos.

Tomó unas pastillas para ayudarla a dormir a pesar lloriqueo. La precaución ya no era necesaria, el llanto cesó para siempre.