Magdalena Márquez

FELIZ CUMPLEAÑOS

Feliz cumpleaños, le dijo su marido mientras le daba el beso de costumbre al irse a trabajar. Feliz cumpleaños, le repitieron sus hijos alegremente entre galleta y galleta a la vez que cogían la mochila para salir corriendo al colegio. Feliz cumpleaños, feliz cumpleaños, oyó la misma frase una y otra vez en la boca sonriente de sus compañeros, en las voces alegres a través del teléfono que no paraba de sonar.

La frase retumbaba en sus oídos, en su cabeza. A media mañana abandonó la oficina, no contestó la última llamada y apagó el móvil. ¿Por qué iba a ser éste un cumpleaños feliz? ¿De qué iban a servir tantos deseos de dicha? De hecho le sonaban vanos, sin significado. Eran esas palabras que se dicen sin pensar, que hay que repetir en estos casos. ¿Qué sabía ninguno de ellos de su felicidad? ¿Conocían acaso lo vacía que se encontraba? La típica crisis de los cuarenta hubiese pensado alguno de ellos si se lo hubiese contado, o se habrían preguntado qué quiere esta mujer triunfadora en su trabajo, con una vida como la de todos ellos, un marido ni mejor ni peor que el del resto de las mujeres y con unos hijos que no daban más problemas que la mayoría.

Caminaba en la fría mañana con la única compañía de sus oscuros pensamientos. La ilusión había dejado de ser su fiel compañera, sus pensamientos otrora optimistas no la ayudaban a salir del túnel en el que había entrado sin darse cuenta. Sabía que ese no era el camino, era plenamente consciente de ir en contra de sus principios, pero la apatía, el cansancio le caía como una losa. El aire le cortaba la cara, agradecía la temperatura glaciar que la mantenía despierta. Se miró en el escaparate de una inmobiliaria, no le gustó lo que vio, su cara sin maquillar, su pelo descuidado, el rictus de tristeza que le enmarcaba los labios. Se sentó en un banco del solitario paseo, encendió un cigarrillo, lo fumó despacio, sintiendo como el humo, amante cruel y placentero se deslizaba por su garganta. No sabe cuanto tiempo estuvo así, sin pensar en nada y sintiendo pena de sí misma, tal vez hasta que el final del cigarro le quemó los dedos y la hizo dar un respingo.

Volvió a la realidad, al paseo, a las mujeres que caminaban veloces a la compra o a esos otros viandantes que entraban en las cajas de ahorros para hacer alguna gestión. Miró a su alrededor, como despertando de un sueño. Respiró hondo, conectó el móvil y marcó un número, tras una breve conversación también ella se dirigió con paso rápido hacia un establecimiento próximo, peluquería y masaje era su próxima estación, su propio regalo de cumpleaños. No, no se trataba de ponerse más guapa, tenía que ver con el principio del camino para disfrutar de un feliz cumpleaños venidero.