Carlos Adalberto Fernández - Buenos Aires, Argentina.



I

¡Vuelo! ¡Vuelo!
El aire le golpeaba el rostro, mientras el pavimento se acercaba vertiginosamente. Justo antes de chocarlo, se acordó. ¡Puta, me olvidé de bajar el tren de aterrizaje!




II

¡Cortala de una vez! ¡Cortala! El verdugo dejó caer la guillotina sobre madame Pompadour.