HÉCTOR COBAS

CONFESION NOSTÁLGICA


Creo que todo ser humano pensante alguna vez se planteó el suicidio como una posibilidad de salir de ciertos estados que lindan con la melancolía y la pérdida del sentido de la vida. Haciendo referencia a autores que escribieron al respecto son de los que conozco dos: Antonin Artaud y Albert Camús. Ambos lo plantearon desde el punto de vista existencial como una hipótesis, que en última instancia no era otra cosa que eliminar el absurdo de la existencia. En lo personal atravesé por esa etapa. Era una revuelta contra un mundo que se concebía como artificial y banal del burgués, instalado cómodamente en las poltronas del mero "bienestar económico" y encerrado en el pequeño mundo de un yo egoísta y superficial. En esa época los que presumíamos de intelectuales, nos regodeábamos con la "Nausea" de Jean Paúl Sartre o con el Mito de Sísifo o El hombre rebelde de Camús y porque no con el Lobo Estepario de Hermann Hessen. Rebeldía y nausea que embestían contra esos mundos prefabricados. Por un lado algunos de mi generación habíamos dejado de lado el proyecto de cambiar el mundo. Ese supuesto cambio que en su momento fue la reclusión en la utopía se fue desmoronando, atravesada con la violencia, con el agregado de un sufrimiento estéril y de la muerte sin sentido. Muerte, desolación, sufrimiento injusto y devastador nos mostraban el absurdo de vivir en un mundo carente de amor y de solidaridad. Es difícil cambiar cuando hay odio y arrebato de ira. Ese odio genera más odio y más violencia interna y externa. En fin como se puede vislumbrar la impronta de ese momento desesperado para algunos: suicidarse o huir a la espera de encontrar otros ámbitos del pensar más sosegados y libres de tanto horror fue el camino individual de muchos. En esos momentos el mar, un lugar bastante solitario, un bosque que flanqueaba cerca de mi casa, fueron un refugio de un exilio donde encontré nuevamente el ansia de vivir. Era una forma, tal vez poco heroica de huir de tanto nihilismo.
Sin embargo, la experiencia en su momento de sentirme un desertor y de renunciar a cierto protagonismo me acompañó durante mucho tiempo. Pero honestamente seguí en la lucha de otro modo y comprendiendo la vida de otro ángulo sin las fantasías del éxito y de la vana realización en mundos no queridos conscientemente. En última instancia la "experiencia del ser como una nada" es muy fuerte, es un disolverse en un vacío donde lo único que sale a la luz es solamente el ente. Si le quitamos a la vida el movimiento y el transcurrir creo que la vaciamos de su máxima expresión. Por eso quizá la poesía, la sana literatura y el retorno a pensarla como algo sacro (como misterio y no como algo divino exclusivamente) es lo único válido. Lo demás es sólo circunstancia y la alternancia de poder vivir más en un mundo posible que el mundo devaluado de aquello que nos han dicho que es el mundo "real". ¿Real con respecto a qué? En algún momento les diré como pienso esa "posibilidad". Creo que en esa clave del pensar ahuyentamos el sinsentido, el nihilismo devastador y la idea del suicidio queda debilitada por la vida.

(hectorco@infovia.com.ar)