EL TRIANGULO DE LA AVENTURA
Vuelvo a sentarme en mi mesa de escribir. En este refugio de madera, con la espalda erguida, con algo de pesadumbre y tristeza en los hombros callados que siempre usé como escudo, como defensa en la distancia y en la cercanía.
Mis manos se escurren por el lomo de un lápiz de colores en los costados y por esta hoja.; por esas pequeñas cosas que en algún momento duelen hasta la entraña.
En esta pléyade de pensamientos asimétricos aparece el diamante en forma de historia: una piedra preciosa, en bruto.
Me desahogo equivocando el orden de las letras: primero la hache y después la “a”. Estornudo. Abrocho la cremallera de la chaqueta y me deslizo. Uno tres aristas invertidas en el orden. Me invento un trapecio. Me olvido de qué dirán cuando lean mis versos. En la aventura se atisba el fulgor de una luz en el cielo, varias estrellas entrelazadas y nuestros cuerpos gozando en paraíso de nadie.
EL ÚLTIMO BAILE
Dijo que se iba. Que esta vez se marchaba a conquistar sus sueños.
Hicieron de aquellos días algo tan inolvidable que el tiempo, les permitía todo: un abrazo lunar y unas manos contorsionadas en el delirio de verse, de estar junto a la orilla del mar viendo, cómo sus pies, de pronto, eran blancos.
Pensaron en pretérito imperfecto una despedida dulce, bella como sus mejillas sonrosadas. Se echaron sobre los hombros el tul de la despedida abierta como flores de primavera. Lloraban mientras el amarillo amanecer se escurría ante sus ojos. Lloraban su último baile al compás deshojado de unas risas. En el margen derecho de la hoja pintaron un corazón. Quisieron escribir de su amor un sol y el cielo azul. Arrancaron un beso, una estrella y bailaron, entre luces, hasta el crepúsculo del adiós.
MI CASA ESTÁ EN EL SUR
Bésame el alma partida, te digo, mientras intento descifrar un pasado aislado y devorado en la herida del vacío. Bordes abiertos sin nombre en las orillas desorbitadas del deseo. Lo inolvidable me hace esperarte cuando te alejas y tu silueta se va desdibujando en el espacio. Balbuceando busco la palabra aguda en un sueño de multitudes. Pienso que quizás mi casa está en el sur como podría estar en el norte o en océano de cualquier punto cardinal del mapa. Deletreo sílabas al viento y los mitos me llevan a Grecia. Busco mi casa en el vértice discontinuo del trapecio, veo a Homero y a Ulises inventando alguna morada.