Dice Elsa Schiaparelli que “un buen cocinero es como una hechicera que sirve felicidad”.
Cocinar es magia, y, además, arte. Desconocerlo es fracasar en el intento. Debe emprenderse con abandono o no emprenderse en absoluto. Es como hacer el amor.
Véanlo así: Una buena comida requiere cómo mínimo una hora de cocción. De ahí en más, depende de los recursos y del apetito que se tenga. De lo contrario no sirve, no se digiere bien, uno se enferma y siente acidez. Se acabó el amor…
… el amor de gozar inteligentemente –como enseñara Epicuro- del placer sensual, exquisito, de la buena mesa; que es una manera de cultivar el espíritu, de practicar la virtud.
A veces es recomendable cierto ayuno previo, o un par de días a dieta.
Para mí lo mejor es cocinar sin recetas. Ser creativo y generoso con los condimentos.
Mostrarse calmo, sereno, tierno; intenso a veces, por momentos irracional, algo salvaje, primitivo. Siempre amable.
Cocinar a fuego lento y progresivo, hasta la ebullición y el climax.
¡Buen apetito! Y recordar el proverbio alemán que dice “después de comer bien todo parece distinto”. ¡Siempre es aconsejable una buena sobremesa!
Su comensal, agradecida.