Sebastián Olaso

Catálogo de errores XXIII




Que el mal de muchos sea el mayor consuelo. Que el mal de muchos nos habilite lo absoluto. Digamos, pregonemos, postulemos, decretemos que nadie puede nada, que todos vamos a sufrir, a morirnos, a fracasar, a luchar sin recompensa. Entonces podré entrar en la burbuja, invitarte a dormir para ya no despertarme. Vamos. Vamos a matarnos de vida natural. Que siga tocándonos el número sin premio, el naipe más inútil, la taza rajada, el plato roto, el muñeco sin cabeza. Qué más da. Quién da menos. Dejemos que naufraguen todos los aviones, que los cantantes queden huérfanos de cordura vocal. Matémonos así, cobardemente, escapémonos del dolor físico, de la agonía moral, de la peste social, de las iras del amor y de los amores que se irán. Celebremos el insomnio a lágrima podrida, el temblor en el pecho, en las venas, en el epitafio de aquellas alegrías que no eran más que máscaras. Vamos, reparemos todo el absoluto bajándonos del barco, descarrilando el barco, haciendo el amor, la muerte, el escándalo, la traición con el barco. Cometamos desauxilio, eutanasia, infuturo, antilucha. Dejemos que nos tiren a la zanja porque así no se puede. No se puede seguir. No se puede empezar. No se puede hacer más que lo que no se perdona. Seamos los líderes de un movimiento sin danza. De una quietud sin ojos. Seamos los fantasmas que nadie quiere ver, ni mostrar, ni imitar, ni salvar. Dejemos que todos se arrinconen, se abracen, se enamoren de la vida. Dejemos que el absoluto nos deje sin boletos. Que el mundo nos deje sin maletas. Que la salida de emergencia sea la única salida. La única salida de muchos. Que nuestra rueda rota sea el mal de todos. Que nuestra palabra maloliente los espante. Los decida a latir. Los consuele por los ciclos de los ciclos. Que así sea. Y que así sean.

Sebastian Gabriel Barrasa

Tentaciones


Hay dos clases de personas. No; son tres clases de personas. No: cuatro. Cuatro clases de personas.
Están los que van por la vida sin darse cuenta de las tentaciones. Les pasan por delante y no las ven.
Están los que van por la vida, ven las tentaciones, pero las esquivan, y se dicen qué horror y se inventan religiones y esas cosas.
Están los que descubren las tentaciones, las aceptan y las aprovechan.
Y están, estamos, los que van por la vida buscando, inventando, descubriendo, mostrando las tentaciones. Invitándonos a jugar.

SEBASTIÁN BARRASA

QUIÉN SOSTIENE LA LÁMPARA


El genio sabe que Aladino va a frotar la lámpara. Lo sabe, porque es genio.
Y porque es genio, sabe también cuáles son los tres deseos que Aladino va a pedir.
Es más: no son deseos de Aladino; son los deseos del genio y él se los transmitió a Aladino para que los pida. El genio materializó a un muchacho llamado Aladino para satisfacer sus propios deseos. Hace lo que quiere y lo hace cómo quiere, porque para eso es el genio.
El genio es un hijo de puta.

Y vos… me hacés creer que soy yo el que maneja la relación.

MARITZA GOMEZ CRUZ

Mi viejo Chevrolet del 95 llegó renegando a una intersección de mucho tránsito, se paró y no hubo modo de que diera un solo paso adelante. Después de revisar cuidadosamente todo lo que pudiera ser reparable por mi inexperta mano y comprobar que no había solución, llamé a la grúa (el mecánico se había negado tajantemente a desplazarse hasta donde me encontraba). Una vez que ésta cargara con mi traste, comencé a llamar a familiares y amigos, en procura de un raid hasta mi casa; pero unos no podían, otros estaban trabajando, etc, etc. Desolado, constaté la vaciedad de mi bolsillo: definitivamente no tenía dinero suficiente para un taxi, y en la casa menos ( hasta el puerquito alcancía había sido alevosamente sacrificado en días de mucha agonía económica). Así que sólo me quedaba una opción, la más económica: el bus. Por suerte, tenía registrado en el celular, de épocas aún más difíciles, el número de Miami Dade Transit, que es la entidad que te brinda información acerca de los recorridos, los horarios, las tarjetas easy transit y todo lo que tenga que ver con el sistema de metrobuses de la ciudad. Así que llamé y recibí los datos que necesitaba para trasladarme hasta mi hogar en un flamante autobús de la red urbana. Qué calvario!! eran las cinco de la tarde cuando llegué a la parada, y a las 5 y 57 minutos fue que pude abordar la trepidante mole. Por suerte, siempre hay asientos vacíos y pude acomodar mis doloridos glúteos tan pronto me subí a éste. Con el sabroso airecito acondicionado, después de haberme "aterrillado' bajo el candente sol de la parada, me entró sueño y quedé medio adormilado, recostado a la ventanilla. El viaje prometía ser largo y la parada donde debía bajarme era la última, así que podía aprovechar. El chofer me despertó al rato con un "hey man, this is de last stop", y medio asustado por no saber bien dónde estaba, me bajé a trompicones. El bus se alejó demasiado rápido-me pareció. Entonces miré en derredor y no reconocí nada. Ya había comenzado a oscurecer, y el páramo donde me encontraba era súpersolitario, no veía casas, ni edificios, ni negocios, sólo árboles y muchísima vegetación rara. Comencé a caminar, buscando orientarme, pero al término de lo que me pareció una calle me di cuenta que me encontraba dentro de un cementerio y no pude evitar un desagradable erizamiento. Ya había anochecido del todo y yo me sentía cada vez peor. Ya no caminaba, sino que corría por todas las callejuelas de la necrópolis, pero estas sólo me llevaban a otras vías del camposanto, sin encontrar salida. Transpirado y anhelante por el terror que cada vez se hacía más intenso me parecía que estaba en una carrera de obstáculos, pues ya no solo corría por las calles, sino a campo traviesa, por encima de las tumbas, derribando jarrones llenos de flores. En eso vi lo que me pareció fuera un celador del lugar y corrí hacia él, esperanzado por la ayuda que podría representar, para darme cuenta, demasiado tarde que era... ! El chofer de la guagua me sacudió con fuerza y me gritó, un poco molesto: "hey boy, this is de last stop". Y yo aterricé en la acera, el bus partió demasiado rápidamente y yo me vi, de nuevo, en el comienzo del infernal recorrido.

Andrés Ruiz Segarra-España

La musa


Húmeda se propaga sobre mi piel tu sabia. Y me cubres con tu aroma, deslizándote en mi espalda, rezumando en mí tu esencia como sangre derramada, como gigantescas olas en mi manantial sin agua.
Susúrrame el frágil verso, en ese aliento que abrasa, y dejaré huir mi cuerpo, y sólo, tendrás mi alma.
Haz que de nuevo amanezca, como hiciste que temblara, como desgarraste el sueño de la noche envenenada, y si en tus dedos perezco, no me juzgues hasta el alba; hasta que el helor del viento me cubra de fría escarcha.

SEBASTIÁN BARRASA

Invaluables


Están los que valoran tus certificados de doctor o ingeniero, tus matrículas, tus licencias, tus títulos de propiedad.
Y están también, los que te valoran a vos.

MARITZA GOMEZ CRUZ

PARANOIA




Mi viejo Chevrolet del 95 llegó renegando a una intersección de mucho tránsito, se paró y no hubo modo de que diera un solo paso adelante. Después de revisar cuidadosamente todo lo que pudiera ser reparable por mi inexperta mano y comprobar que no había solución, llamé a la grúa (el mecánico se había negado tajantemente a desplazarse hasta donde me encontraba). Una vez que ésta cargara con mi traste, comencé a llamar a familiares y amigos, en procura de un raid hasta mi casa; pero unos no podían, otros estaban trabajando, etc, etc. Desolado, constaté la vaciedad de mi bolsillo: definitivamente no tenía dinero suficiente para un taxi, y en la casa menos ( hasta el puerquito alcancía había sido alevosamente sacrificado en días de mucha agonía económica). Así que sólo me quedaba una opción, la más económica: el bus. Por suerte, tenía registrado en el celular, de épocas aún más difíciles, el número de Miami Dade Transit, que es la entidad que te brinda información acerca de los recorridos, los horarios, las tarjetas easy transit y todo lo que tenga que ver con el sistema de metrobuses de la ciudad. Así que llamé y recibí los datos que necesitaba para trasladarme hasta mi hogar en un flamante autobús de la red urbana. Qué calvario!! eran las cinco de la tarde cuando llegué a la parada, y a las 5 y 57 minutos fue que pude abordar la trepidante mole. Por suerte, siempre hay asientos vacíos y pude acomodar mis doloridos glúteos tan pronto me subí a éste. Con el sabroso airecito acondicionado, después de haberme "aterrillado' bajo el candente sol de la parada, me entró sueño y quedé medio adormilado, recostado a la ventanilla. El viaje prometía ser largo y la parada donde debía bajarme era la última, así que podía aprovechar. El chofer me despertó al rato con un "hey man, this is de last stop", y medio asustado por no saber bien dónde estaba, me bajé a trompicones. El bus se alejó demasiado rápido-me pareció. Entonces miré en derredor y no reconocí nada. Ya había comenzado a oscurecer, y el páramo donde me encontraba era súpersolitario, no veía casas, ni edificios, ni negocios, sólo árboles y muchísima vegetación rara. Comencé a caminar, buscando orientarme, pero al término de lo que me pareció una calle me di cuenta que me encontraba dentro de un cementerio y no pude evitar un desagradable erizamiento. Ya había anochecido del todo y yo me sentía cada vez peor. Ya no caminaba, sino que corría por todas las callejuelas de la necrópolis, pero estas sólo me llevaban a otras vías del camposanto, sin encontrar salida. Transpirado y anhelante por el terror que cada vez se hacía más intenso me parecía que estaba en una carrera de obstáculos, pues ya no solo corría por las calles, sino a campo traviesa, por encima de las tumbas, derribando jarrones llenos de flores. En eso vi lo que me pareció fuera un celador del lugar y corrí hacia él, esperanzado por la ayuda que podría representar, para darme cuenta, demasiado tarde que era... ! El chofer de la guagua me sacudió con fuerza y me gritó, un poco molesto: "hey boy, this is de last stop". Y yo aterricé en la acera, el bus partió demasiado rápidamente y yo me vi, de nuevo, en el comienzo del infernal recorrido.