Rodolfo Zamora

Entre Nosotros


Después del mediodía ese pájaro que aparece por la ventana vuelve a burlarse del asilado, del refugiado, del internado sin obedecer a ningún tipo de cuestión moral que, imagino, debe prohibir tal despropósito. Ese mismo pájaro, hace unos dos meses atrás visitó el hogar de ancianos y se llevó la no muy agradable impresión que ninguno allí podía verlo con claridad, sea por su tamaño, su velocidad o su falta de gracia, Eso le pasa por querer llamar la atención constantemente. También tuvo un altercado en el hospital de quemados cuando entró a uno de los pabellones y fue expulsado por un enfermero.
La verdad es que no lo entiendo, juro que he tratado de hacerlo pero me he rendido ante tanta falta de inteligencia de este alado amigo, quien se limita a volar, volar y volar ante nuestras caras, nuestros ojos y nuestra notable desesperanza y desilusión. Nosotros, aquí adentro, creemos que no debería ser así, hemos redactado un manifiesto en contra de este pájaro sin escrúpulos, lo hemos leído en el patio mis amigos, yo, mi esencia y mis recuerdos y todos asentimos tan contundentes palabras.
De ahora en más, cada vez que lo veamos gritaremos al viento los pasajes del manifiesto más significativos, sobre todo aquel que dice;
“..entonces te vemos desplegar tus alas y vencerte frente a la inmensidad del aire, del viento, del espacio, del mundo y nosotros con los pies y las escaras sobre el suelo. ¡Ten un poco de consideración, compatriota de los vientos!, solo dios sabe lo que hace con cada uno de nosotros, sabemos lo que ha hecho con nosotros y contigo pero al no saber que nos tiene reservado pedimos esa consideración, tu seguirás volando o un día caerás para morir y alimentar tanto al suelo como a nosotros y nuestra destrucción, en cambio… ¿nuestro futuro?, ¿qué será?...”.
Mañana, seguramente pasarás por aquí y te leeremos ese pasaje y más, te esperamos, no nos falles, eres lo único, lo último, lo mejor que nos queda.

Julia del Prado - Perú

HUMO


La mujer sentada en el portal teje su historia a través de ese humo silente, mientras espera el tren que recoja sus pasos para ir a contemplar el sol de Colán y hallarse a sí misma en el anochecer cuando encienda otro cigarro Lucky Strike, a los pies de la luna de Paita.
Piensa ella mucho en las musarañas y el humo volátil le señala la inmortalidad del zancudo y el cangrejo retrocede pa’tras, pa’tras, pa’tras.

Carlos Acuña (Maturín, Monagas Venezuela)

Planta


Al romper el concreto, un momento antes, todo era un pequeño cotiledón que los críticos y sus innumerables caminatas, hacen sobre el set de grabación. El director dice corte, y todos aplauden; la actriz principal muere y la sangre llega al orificio fracturado por las raíces; la seriedad del acto bifurca los rayos del sol y presionan a Martín por la comida. Una voz en off sugiere una segunda toma, todos corren a sus posiciones y sin que nadie escuche, la primera figura hace sombra sobre el cemento. Días después, el primer pecíolo se estira sin contemplación tras el silencio mandado por la producción. César viene corriendo y todos, absortos con sus indicaciones, pierden a la denominación dada a todo vegetal.



Último Acto


El Tendón se acomoda a su nueva misión, el ajuste ocurre cerca del final del Último Acto. Antes, en el preciso instante en que la mano quiso pensar, los pasos vienen a darle una segunda oportunidad. Una excusa de cierto tipo, recurre a silenciar una pequeña visita de los soplos; el paréntesis que las venas llenan de repente, suprime al órgano motor, el pecho se ensancha y la camisa de estampados vinotinto, sugiere una nueva capacidad de horas. El porcentaje de segmentos y pausas, perfecciona de una vez y para siempre, la clausura que las tablas enganchan sobre los pies de los usuarios y sus asientos. El abecedario incurre en las vía de escape, la puertas están abiertas. Cuando los aplausos inician, el Tendón se sobreexpone a una lluvia de mensajes mandados por el cerebro y de una, aprieta el encendedor de las luces del teatro.



Suma


Una parte de la expectación era encarnada por la voz del carbón, su tenue extrañeza era una sutil protuberancia nacida para arrancar del silencio, el eco que esconde su centro. Nunca encontré la manera que los números de alguna forma, corrieran desde mi lado crítico, hasta la pulpa que se acumula entre mi ácido. En circunstancias alternas, los días sueltan esa entrañable nobleza con que mis manos, desde niño, suman peras y manzanas.



Ella, Nosotros y la lectura


Ella, era la soledad de nombre, se espera que lea todo y Nosotros, los de acá, los que lamentablemente no podemos leer, vamos a estancar nuestros cuerpos en alguna silla cercana. Ella, era la de los libros, se espera que inicie dentro de un rato, los de acá, los que ahora están en las sillas, la vemos escoger uno de sus tantos ejemplares. Ella, juega a dormir, su sueño es con Nosotros, los mismos que acá soñamos con ella.

El libro cerca de su cuerpo, se parte, las letras caen y empieza la caminata, una fila de hormigas negras le cruzan el pecho y, lentamente, Nosotros, lo que no podemos leer, vemos como la estrangulan. Las letras hechas insectos, le pasan el cuello y su cara, la mastican cómo los hongos de su colmena. Nosotros, despertamos. Ella, reducida a una niña de unos tantos años, no puede leer más que su nombre en la habitación que le han designado, desde hace varios días, en el Hospital Central Psiquiátrico, en el cual, Nosotros, en nuestras sillas, seguimos a la espera de la lectura.

Susan Urich, Venezuela

Los escritores miran por la ventana.

Voy a sentarme a trabajar, siempre dice. Cuando me asomo a la computadora está mirando fotos de azul nube blanca. Apenas dos líneas, que no justifican la paga del día; se levanta de la silla, mira por la ventana la danza purpúrea de los buitres, la trayectoria de las hojas al caer, ese punto de luz que rebota contra la ventana de un auto rojo, la niña que regresa a casa con el pan, el olor a frío, a muerte, a diente de león dispersándose en el aire, a luz como espada que atraviesa el polvo.

Se sienta al rato, con una media sonrisa, aunque sudando frío ante la hoja en blanco y, cuando ya he descartado la posibilidad de leer algo que me licúe la sangre, cuando estoy a dos pasos de no volver, cae en mis manos una hoja encinta, apenas sonrojada, en la que hizo caber al infinito. No en vano dicen que son los mecanógrafos los que teclean todo el día, y que los escritores, en cambio, tienden a mirar por la ventana.

Susan Urich, Venezuela

Los escritores miran por la ventana.

Voy a sentarme a trabajar, siempre dice. Cuando me asomo a la computadora está mirando fotos de azul nube blanca. Apenas dos líneas, que no justifican la paga del día; se levanta de la silla, mira por la ventana la danza purpúrea de los buitres, la trayectoria de las hojas al caer, ese punto de luz que rebota contra la ventana de un auto rojo, la niña que regresa a casa con el pan, el olor a frío, a muerte, a diente de león dispersándose en el aire, a luz como espada que atraviesa el polvo.

Se sienta al rato, con una media sonrisa, aunque sudando frío ante la hoja en blanco y, cuando ya he descartado la posibilidad de leer algo que me licúe la sangre, cuando estoy a dos pasos de no volver, cae en mis manos una hoja encinta, apenas sonrojada, en la que hizo caber al infinito. No en vano dicen que son los mecanógrafos los que teclean todo el día, y que los escritores, en cambio, tienden a mirar por la ventana.

Rodolfo Zamora Damonte

Una de las más respetadas y respetable costumbre en este pueblo es el “amasijo”, nombre que se le da al simple hecho de juntarse en la plaza del centro y decirnos las más abominables verdades acerca de nosotros mismos y de los nuestros, por nosotros, por los nuestros y por aquellos. Las respuestas a esas verdades puedan ser más verdades o la más primitiva violencia física.
En cierta ocasión, década del 90 por la mitad, un hombre murió al ser alcanzado por la verdad de que, en realidad, no era padre biológico de ninguno de sus tres hijos. Fue una muerte brutal, una verdadera sacudida de los instintos sociales que merodean cual Mefistófeles durante todo el año y que el día del “amasijo” explotan salvajemente.
En 1998 una mujer renga expresó a su amante, el dueño de la única despensa del pueblo, que su único deseo era verlo muerto y quedarse con todo su sucio dinero. Esa verdad golpeó de lleno en el inmenso abdomen del comerciante pero supo defenderse diciéndole su verdad de “pacotilla”; “Esta bien, mujer de poca belleza y mucha astucia, ¿esa es tu verdad?, pues bien, la mía es que tu eres renga gracias a la golpiza que te di cuando tenías apenas un año de vida, hija mía”.
¡Pero como el “amasijo” del año pasado no ha habido, amigos de la miseria y escoria humana!; nos juntamos todos en la plaza a las tres de la tarde, el calor insoportable, las tres y cinco de la tarde, hombres y mujeres, más de las primeras que de los luego nombrados, el sol cocinando nuestras ideas, una nube solitaria generadora de sombra para unos pocos, las tres y diez de la tarde, doce niños han sido autorizados para decir sus verdades, ya tienen los trece años requeridos para el “debut veritatis”, las tres y quince de la tarde, aún nadie dice una sola verdad, tres y veinte de la tarde, el sudor es altamente nocivo para cualquier esteticista, tres y veinticinco de la tarde, ¡comienza a irse la gente!, yo no atino a decir nada en absoluto, tres y media de la tarde, ¡la plaza comienza a desconcentrarse casi masivamente! , yo no puedo creer lo que sucede, ¡¿es que nadie tiene verdades para decir!?,¿¡yo tampoco?!, tres y cuarenta de la tarde, solo quedamos mi familia y yo, el “amasijo” ha fracasado por primera vez en ciento nueve años, nos vamos, nos fuimos y ahora, hoy por la tarde es la nueva edición, ¿fracasará como el año pasado?,¿acaso ya no quedan verdades por decir?, ¿ni una sola?.

Salvador Pliego - México

Donde miran esos ojos

Calla la tarde. Se empecina. Regala el viento una bienvenida. Sopla su fuerza como la biela que en el mar se aleja, como un cristal esparciéndose, suavemente, en la ventisca. Otrora, quizá potencia enardecida, quizá estela de un verano embravecido, tal vez la voz de un efusivo cetáceo con su tarareo enternecido.
Calla la tarde, y a lo lejos, como dos bulbos encendidos, dos esferas de trigales, dos mitades del sonido, abres tus párpados… y el cielo mira. En el viento puro todo emerge: hay una pulcritud de aromas, hay un color de umbría, desata el corazón su pecho, amarra el pulso a su latido, se vuelca el brillo a su destino.
Quiero hablarte, simplemente, de jazmines, que se abren como espumas a lo lejos, que ensayan, primorosos, su música de abriles, que encuentran los parajes recónditos del verso y arman caravanas de cánticas ofrendas. Quiero cegar la noche para hablarles, que tengan su mirada de bosques y aluviones, que busquen las viajeras lumbres de nébulas australes, las distantes miradas de los soles, las enigmáticas sonrisas de quásares boreales. Quiero acercar tus ojos y llenarlos de plumajes, hablarles despacito, murmurarles sin tocarles, sentirles sin el tacto, rozarlos sin palparles. Quiero que recuesten sus iris donde el mar hinca su encanto y dejen sus colores risueños y flotando. Quiero atardecer la misma tarde, a que escape enamorando y buscar, silbando, el sonido de su canto; hablarte despacito, cuchicheando, y en tus ojos, ya de tarde, al mirlo ver volando.


Rodolfo Zamora Damonte -San Juan

Negativa, Inevitable, Cotidiana


Ella tenía la particularidad de hacerle sentir a los transeúntes el desgarro de 16 o 17 ocasos, a nadie le interesaba realmente sobre sus desgracias, solo importaban sus impresionantes piernas y trasero aunque como no era prostituta solo la mirada lasciva era su compañera negativa-inevitable-cotidiana. Yo la miré en más de catorce oportunidades, me hubiese encantado tocar sus piernas, besarlas y lamerlas, a mi hermano menor también pero como la timidez siempre nos jugó una mala pasada un día decidimos matarla. Ella vivía en esa esquina así que su ubicación sería sencilla, sus padres no estaban nunca y su hermano vivía en la entrada de la facultad de derecho.
Era sábado y nos dirigimos ahí con nuestro auto prestado por papá, vigilamos su posible salida y cuando esperaba el taxi para ir a la matinée la interceptamos pegándole con un palo en el medio de su angelical cabeza-cabellera-fontanela ya cerrada mucho tiempo atrás. La subimos al baúl del auto y conducimos rumbo a la iglesia protestante en construcción. Al llegar notamos que ella aún dormía del manso golpe propinado, la bajamos y antes de que despertara decidimos cumplir con nuestro deseo, por ello, yo tome una pierna, la derecha, y mi hermano la izquierda, tocamos, besamos y lamimos con éxtasis, sin preocuparnos por la comodidad ya que al cortarlas cada uno fue a un sitio diferente a realizar el acto.
Lo que realmente nos impresionó fue su despertar y su desesperación al comprobar que no tenía sus miembros inferiores donde debían estar sino en nuestros miembros superiores, agarrándolos y besándolos. Sus gritos impidieron que nos siguiéramos divirtiendo, le tapamos la boca con varias vueltas de cinta adhesiva y prendimos una fogata. Una vez encendida tiramos las piernas al fuego, sentimos que ella lloraba al ver sus piernas perderse en el humo. Habíamos llevado alcohol para desinfectarle las heridas por no sé que acto altruista, vaciamos un litro en un balde y se lo arrojamos en sus nuevos muñones, queríamos que siguiera viva un rato más pero también queríamos abrirle su estómago. Lo hicimos y creo que se desmayó ya que no volvimos a oírla, sus órganos eran entre rosados y bordó. La policía llegó y nuestra diversión concluyó con una noche detenidos, nuestro papájuezresponsabledelordenimperante nos quitó toda posible amenaza de antecedente y retornamos a casa, a nuestros estudios, a nuestras normales vidas, sin tener que preocuparnos más por el éxtasis sexual que nos provocaba esa maldita estatua de la esquina.

Juan Carlos Vecchi.Olavarría, Prov. De Buenos Aires, Argentina.

ESTABA DIOS…
A Tilas…

… enroscándose la sabiola, en la primera hebdómada (1) de la vida, cuando no... desde la ofidia oscuridad del Universo, arrimose con serpentina pose, doña serpiente - la sindiente aunque esta versión basic dos colmillos ya tenía -; se arrimó con zigzagueante cautela por las dudas beiges, y pregunt- oooleee:
-¿Le doy la mano que usted, oh mandatario absoluto, usted no me ha dado ni cubilete?
Dios no la miraba, pero la había escuchado venir con la oreja que nunca dormía; aún no lograba resolver el dilema y los nervios ya le estaban caspeando la tupida y gris cabellera: una pierna, tres brazos, un par de costillas y las dos rodillas de Adán, seguían amontonados cerca de su derecha sandalia hawaiana, sobre la alfombra de nube persa y reclamaban con divina urgencia su atención. ¿Pero, dónde demonios van estas piezas?, se pensó por enésima vez.
-¿Patroncito de los orígenes diversos? - insistió la serpiente poniendo carita de peluche escamoso - ¿Director Ejecutivo de las galaxias y aledaños?
Fue divino (no divino de celestial, más bien divino de magistral y aclaremos que todavía no había inventado el detergente), rápido y taciturno, el movimiento de Dios (brazo y puño mediantes), por lo cual la "gentil" preguntona de la tentación giró como pudo y volviose como había venido, sacándole chispas a los reflejos de la “luna lunera cascabelera, toma un ochavo para canela, luna lunera cascabelera/debajo de la cama tienes la cena. “.
Primer error garrafal de Dios: ¿por qué no le reventó la jeta a la serpiente con un sopapo de aquellos? ¿O por qué no cortó por la mitad a la maligna simbólica con un golpe de karate Kid? (canto de la mano que cae como cuchillo de carne y huesos mientras uno grita: ¡IIIA!).
Dios esperó y cuando era un hecho que la serpiente ya no estaba en la escena, el omnisciente retomó la creación del segundo error existencial; después la pifiaría por tercera vez porque eso de que el hombre es la única criatura capaz de tropezar con la misma piedra no puede digerirse ni con sopa de limón o licuado de lavandina.



(1) Hebdomadario viene del griego hebdomas, hebdomados, hebdomade, vocablo compuesto por hepta, siete, y de hémera, día; siete días significa. De este origen proceden el latín hebdomas y nuestras palabras hebdómada y hebdomadario. Por su parte, aparte y si no hay feriado nacional, semana se deriva del bajo latín septimana, compuesto de septem, siete, y de mane, mañana: siete mañanas, siete soles, siete días.

Paul Jr. Paniagua

DESNUDOS


El dedo gordo del pie derecho asomó su frentre aterrado, cortando sus ebras el calcetín con su uña de saurio cedió en un grito. Buscaba escapar de la asfixia, quería respirar, no soportó un segundo más el bufo de queso y el sudor de la piel atrapado en la bota vaquera de cueros. Saqué la bota negra de piel, y el dedo me miró directo a los ojos aliviado. Saqué el calcentín y lo eché al bote de ropa sucia en la esquina. Toda la noche pelaron los ojos mirándome sientiéndose libres. Pensaron en la arena y el mar, caminaron la playa, sintieron el agua salada escurrirse en sus cuerpos desnudos de dedos gordos del piel extasiados. No pude esperar, y corrí a caminar en la arena del mar libre en sus olas de espuma. Yo fui testigo.

Armando Diaz Davila

La Miseria


Tus ojos melancólicos, donde en el borde del mismo, esta una gotita brillante , una gota pequeña y cristalina, que apenas brilla por un rayito de sol, que apenas sale para ti.

La gotita se aferra, se dobla en resistencia, estando a punto de ser despedida en un viaje largo, del adiós, de la despedida, del olvido; para al fin caer y hacerse pedazos en el suelo, así como tu alma, como muchos lo querían...y ni siquiera sabían que existías......

Así estabas, como una planta en medio de una estepa silenciosa y austera. Así decía el árbol viejo y mas cercano: ¨A estos tallos nadie los quiere, nadie los quiere aunque sean bonitos, porque tienen espinas que brillan tanto, como su destello de hermosura, pero para su desgracia provoca que se alejen de ellos.¨.....

Eres de esas plantas que naciste para estar solitarias, que a veces, cuando una flor se atreve a estar junto a ti, te doblas en esfuerzo de todo tu ser, aunque sea para apenas rozarle, pero cuando ya estas muy cerca, cuando estas percibiendo su belleza y ella a ti; alguien dirige el rayito de luz, hacia ti, para que tus espinas brillen y asi; el viento, u otra planta que se acerca se la lleva, se va de ti, se va en dolor de miedo, de miedo de tu espinas, que son la miseria, que no sabes porque salieron, pues siempre ha sido así......

Entonces estas sola otra vez, en la estepa, en la austeridad de la estepa, donde solamente en la fría mañana se acerca una gotita de rocío, para mas tarde caer despedazada en el suelo, otra vez....

Francisco Antonio Ruiz Caballero, España

Cadáveres de Perros Muertos en Descomposición.


Cadáveres de Perros Muertos en Descomposición. Esa es la idea. Un bar, o una discoteca, o un centro comercial, con los suelos de planchas de cristal grueso, y debajo de ese suelo de cristal, cadáveres de perros muertos en descomposición. Cadáveres de perros muertos enseñando las mandíbulas descarnadas, los gusanos y los coleópteros de la muerte. Todo de mentirijillas, todo de plástico y de felpa, como macabros muñecos de peluche. Y la gente andando por encima de la muerte extasiada de horror y de belleza. Esa es la idea, ahora falta un socio capitalista que la lleve a cabo. El éxtasis de un taxidermista loco. Un suelo de cristal bajo el cual la muerte muestre su descarnada esencia, un horror abrumador, y una belleza apabullante. La obra de un loco sublime, la muerte en todo su esplendor, gusanos, escarabajos, colmillos y dentaduras, cadáveres de perros momificados, devorados desde dentro por el mal. Una cosa que resultaría de una magnificencia demoníaca. Un esplendor absoluto. Y macabro.

Samuel Bossini, Argentina (publicación de la revista LA OTRA)

Carta de despedida de un enamorado



Nada hay Amor. Nada. Ni brazos emergiendo de los bosques con dedos inclinados. Nada Amor mío. Ya nadie recuesta el Alma sobre aquel árbol que se curva sobre Agua pura y abundante. Nada hay Amor. Los cuerpos buscan un espacio donde correr de una punta a otra sin acabar como hormigas nerviosas dentro de un vaso. Unos sonidos de tijeras anuncian la levedad. ¿Quiénes se aman? ¿Podemos sentir el roce de sus labios como el Ala de una avispa? ¿Cómo Amar sin sentirse frente a un espejo construyendo un rostro? Nada Amor. Ni el ademán de leer las huellas de los rostros grabados en la almohada. Las manos pueden cerrase y conservar un eco para luego liberarlo en un cuarto de baño. Todos somos ojos de una misma cabeza. Nada hay Amor. Puede verse con claridad, cuando intentas en mitad de la Noche, rehacer nuestros fantasmas famélicos y heridos. Suavemente el Cielo cambia sobre nuestras cabezas y nos hace danzar frenéticos sobre nuestros pies de toros y el decir: nada hay Amor, no sea nuestro desvalido apego en matar y devorar la presa.

Comparte: Juan Carlos Vecchi

EL AMENAZADO Jorge Luis Borges


Es el amor, tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única ¿de qué me servirán mis talismanes; el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó al áspero norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?.

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que me miran por las ventanas, pero la sombra no me ha traidor la paz.

Es, ya lo sé, el amor; la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con su mitología, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos se cercan, las hordas (esta habitación es irreal; ella no la ha visto). El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.